Llamemos mala suerte a esos eventos que no están bajo tu control y, cuando ocurren, te apartan de lo que quieres. ¿Habrá alguna manera de esquivar esos sucesos desfavorables?
Ya habrás visto que la suerte es caprichosa. Unas veces te ha beneficiado y otras te ha dado la espalda.
Quizás te sonrió la buena suerte esa tarde en la que coincidiste con una persona que a día de hoy significa tanto para ti, esa vez que aprobaste un examen de chiripa o ésa otra que recibiste una ayuda inesperada en el momento justo.
Y conociste la cara oscura de la suerte ese día en el que te encontraste con una persona que volcó en ti su egoísmo, ése en el que cometiste un error que dio al traste con largo tiempo de esfuerzo o ése en el que se averió el teléfono cuando tú esperabas una llamada importantísima.
Cierto es que uno nunca sabe seguro si la suerte es buena o mala.
Tras un tiempo, lo que parece una calamidad puede dar frutos inesperadamente buenos. Y, lo que parece un golpe de buena suerte, a veces deriva en un problemón.
Pero, como supongo que tú y yo, de entrada, preferimos esquivar lo que se supone que es mala suerte, volvemos a la pregunta del inicio:
¿Eso puede hacerse? ¿Puedes evitar que te perjudiquen esos sucesos incontrolables?
No es una buena pregunta. Ya que son sucesos incontrolables, muchos escapan a tus manos. Eso sí, ocupándote de lo que sí puedes controlar, evitarás bastantes de estos infortunios.
Cómo dar esquivar la mala suerte
1. Ten claro lo que quieres. O acláralo todo lo posible. Así es más fácil identificar las buenas oportunidades y aprovecharlas.
2. Ignora a los pájaros de mal agüero. Esto es, a todos los que anuncian tu mala suerte; a los que te dicen que no vas a conseguir lo que quieres sólo porque ellos, a sí mismos, no se ven capaces de lograrlo.
3. Haz todo lo que sí esté en tu mano. Actúa, trabaja, esfuérzate. Ésa es la manera más segura de prepararle el terreno a la buena suerte. Y el talismán más eficaz para esquivar la mala.
4. Aprovecha los errores para aprender. Después de cometer un error, te toca mover ficha. Eres tú quien decide lo que vas a hacer después de haberte equivocado. Y lo bueno es que, gracias a ese error, sabes algo nuevo que puedes emplear para seguir adelante o para cambiar de rumbo.
Yo creo que esa actitud proactiva puede ayudarnos a esquivar unos cuantos infortunios y a mirar con otros ojos lo que, de buenas a primeras, podríamos haber etiquetado como “mala suerte”.
Y si, a pesar de todo, nos levantamos un día recibiendo un bofetón de desgracia, nos queda pensar que la buena suerte no se casa con nadie. Nos queda levantarnos y porfiar en lo que queremos conseguir.
Pocas veces la suerte se resiste a quien la llama de esta manera. Y cualquier día es bueno para que la encontremos en la puerta.