Hay un puñado de navegantes que llegan a este blog desde Google buscando: cómo superar la pereza, cómo ser constante o cómo tener más fuerza de voluntad.
Eso me da a entender que la motivación es un tema que despierta interés y que, quien más y quien menos, se ha encontrado alguna vez delante de un trabajo o cometido con muy pocas ganas de llevarlo a cabo.
Pero esa «falta de ganas» no tiene en todos los casos la misma raíz.
Puede faltarte motivación porque estés cansado, porque no encuentres aliciente en la tarea, porque te apetezca más hacer cualquier otra cosa, o bien, por lo que vamos a ver ahora: por falta de confianza en ti mismo.
¿A quién le dan ganas de enfrentarse a un trabajo cuando sabe (o cree) que no lo va a hacer bien?
A mí me pasaba cuando iba al colegio. Me encantaba que llegara la hora de Inglés, porque se me daba estupendamente. En cambio, era un suplicio que llegara la clase de Matemáticas.
Obviamente, le dedicaba más tiempo a aquello que entendía y se me daba mejor. ¿Resultado? Cada vez era mejor en Inglés y peor en Matemáticas.
El error más grande fue que me creí tanto que era torpe para las Matemáticas, que me puse sola el cartelito: «Soy de letras», para mantenerme bien lejos del aburrimiento frustrante de los números.
¿Y por qué cuento esta anécdota autobiográfica?
Porque estoy convencida de que algo parecido nos ha ocurrido a todos. Si no en la escuela, en aprendizajes o situaciones posteriores.
Cuando no tienes confianza en tu desempeño, es natural que no tengas motivación. El trabajo te resulta difícil, aburrido y, con suerte, encontrarás cualquier excusa para librarte de él.
Sin embargo, no siempre podemos evitar eso que nos es tan difícil.
A mí me tocó enfrentarme con los números años más tarde y no voy a decir que me convertí en una «Pitagorina», pero sí aprendí a sacar provecho de los cálculos que me interesaban y eso modificó la cerrazón total con la que salí de la escuela. Mi actitud cambió.
La clave es la actitud
Si hay algo que te da miedo, que te hace sentir inseguro o más torpe que un pingüino cruzando un charco, míralo de otro modo.
Estos tres enfoques pueden ayudarte a salir del bache:
1. Ve a tu ritmo
No te compares con otros. A cada uno se nos dan bien cosas diferentes y avanzamos con soltura distinta en unas u otras tareas.
Si las circunstancias lo permiten, ve a tu paso, pero ve.
2. Evita las etiquetas
Las etiquetas son peligrosas, especialmente cuando se usan para subrayar las limitaciones.
Si te dices: «Soy malo en Matemáticas», te estancas en esa situación, como si fuera irremediable.
Y la más importante de todas:
3. Sé un buen amigo para ti
¿Qué hace un buen amigo?
Cuando algo va bien o tienes un éxito, se alegra y lo celebra contigo. Te felicita y lo mismo te suelta: «¡Eres grande!»
Cuando algo va mal o te resulta complicado avanzar, ¿a que no te dice que metas la cabeza debajo de la almohada y te quedes quieto?
Un amigo te apoya, te ayuda a buscar soluciones, te anima y te dice: «¡Vamos! ¡Adelante! Estoy contigo.»
Ya es hora de que seas un buen amigo para ti. Háblate como un buen amigo te hablaría y ten muy en cuenta sus palabras. ¿Qué te dice en este caso?
Imagen de mardy78
Comentarios
2 respuestas a «Más que pereza, es falta de confianza en ti mismo»
Este post parece que me lo dedicaste a mí, je,je. Yo muchas veces no empiezo algo porque tengo la certeza de que me va a salir mal. Supongo que en mi caso, la falta de esfuerzo y de autoconfianza son mis peores enemigos.
Con respecto al ultimo punto, el de ser nuestros amigos, leí en un libro, creo que era el de «Tus zonas erróneas» que cuando te critiques te imagines a ti mismo con 3 años, ¿qué te dirías? Seguro que no serías tan cruel. Desde que lo leí se me quedó grabado y me funciona :).
Un besazo
¡Qué aporte tan bueno, chiquilla! Puedes hablarte a ti mismo como tu mejor amigo, como tu «pequeño yo» de tres años… o como prefieras, pero sin convertirte en tu peor crítico o enemigo. Buenísima clave para el diálogo interior. 😀 Gracias.
Besos!