Hay que admitir que a todos nos toca hacer cosas que no son divertidas, ni interesantes. ¿Con qué actitud te enfrentas tú a ellas? ¿Las haces de mala gana?
Piensa en el trabajo más aburrido del lunes, en las tareas de limpieza, en los recados, en las reuniones o en las actividades que a ti te resulten especialmente fastidiosas.
No hay vuelta de hoja. Vas a hacerlas y tú eliges cómo pasas a la acción. Básicamente, tienes dos opciones: La primera, afrontarlas con buen humor (o con el mejor humor posible); la segunda, dejarte llevar por el descontento y la desgana.
Con la primera tienes la oportunidad de sentirte mejor conforme avanza el día. La segunda apunta a lo contrario: Si te enfrentas a las cosas que no te gustan con fastidio, las tienes que hacer de todas formas y no hay visos de que los ánimos puedan remontar.
¿Qué ganas cuando le das rienda suelta al mal humor? ¿De qué sirve esa actitud?
¿Te cansas menos? ¿El trabajo se hace más llevadero? Por tus experiencias habrás visto que rara vez ocurre eso. Y también que, cuando dejas de quejarte, de gruñir y de poner caras largas, lo que no te gusta es menos pesado.
Ya, ya… Hay días en los que es más complicado adoptar una actitud positiva. Pero, si se puede, ¿por qué no intentarlo?
Tampoco cuesta tanto. Total, no tienes que fingir que estás en el séptimo cielo mientras friegas los platos o terminas un informe. Más bien, el quid es quitarle sufrimiento innecesario a las tareas que, de por sí, son un tostón para ti.
Ahí van algunas ideas para sacudirte la desgana cuando tengas ante ti una de esas cosas que te fastidian especialmente:
1. Frena a la vocecita quejumbrosa
Tienes un cerro de trabajo ante tus narices:
– ¡Qué mal! ¡Qué horror! ¡No tengo ganas!
Para el carro. ¿Acaso por decir o pensar esto va a desaparecer el trabajo? No. ¿Te vas a gustar más? No. ¿Te vas a sentir mejor haciéndolo? Tampoco.
Lo más probable es que lo veas más pesado de lo que es y se te haga más largo.
Sugerencia: Intenta ser creativo. Busca la manera de hacer el trabajo más fácil o ameno. Y, si no te sale, al menos deja de repetirte lo pesado que es. No lo pienses.
2. Sé receptivo a lo bueno
Una vez que te has sacado de encima esas quejas y lamentos, es más fácil que seas receptivo a lo bueno que pueda tener la experiencia. Deja que te sorprenda.
Quizás encuentres un detalle que te haga sonreír, un momento tierno, una lección que te sirva o cualquier otro instante placentero. Tal vez logres concentrarte en lo que haces y te dé alegría observar que avanzas a buen ritmo. ¿Por qué no?
Eso puede ocurrir cuando te libras de la actitud negativa y prescindes de las expectativas de que vas a pasar un mal rato, un mal día.
Y, si no ocurre nada de lo anterior, lo único que pierdes es la carga extra de sufrimiento que tú mismo te has impuesto.
3. Piensa en los beneficios
Esa tarea ingrata o aburrida tiene sus compensaciones. Piensa en ellas. Y, si no son suficientes para motivarte, piensa en lo bien que te vas a sentir contigo mismo cuando venzas sobre la desgana y la dejes hecha.
Sugerencia: Anticipa esa sensación, incorpórala a tu actitud… ¡y arranca con ganas!
Hay situaciones o trabajos que difícilmente puedan resultar interesantes, emocionantes o ni tan siquiera agradables. Pero tú puedes elegir cómo los enfrentas: O dejas que se lleven lo mejor de ti o tratas de sacar tú lo mejor de ellos.
Tú decides.
Imagen de Kaptain Kobold