Aceptas la responsabilidad de tus actos. Vas por la vida haciendo tu parte lo mejor que puedes. ¿Mereces algo bueno? Por supuesto, pero a veces la vida te tiene reservado justo lo contrario.
No siempre lo que sucede es la consecuencia de lo que has hecho. Muchas veces, así es, pero no podemos olvidar que las desgracias existen.
Hay enfermedades, accidentes y cataclismos que se producen y no tienen que ver con que hicieras algo mal en el pasado. Simplemente, se dan.
A veces, son el resultado de las decisiones que otros tomaron. A ver… Si mi vecino se deja el gas abierto y se produce una explosión que derriba también mi casa, yo no tengo nada que ver con eso.
Quizás puedo martirizarme con la idea de que debería de haberme comprado la casa en otra calle. ¿Y, para qué? Quién sabe si aquélla no hubiese explotado antes…
Aceptémoslo con humildad. No todo lo que nos sucede tiene que ver con nosotros, con aquello que hacemos. No tiene sentido que busquemos el modo de echarnos la culpa.
Ya tenemos con responsabilizarnos de lo que hacemos, como para cargar con responsabilidades ajenas o con tragedias que no son culpa de nadie.
Cuando ocurre algo de esto, es fuerza, consuelo, apoyo mutuo lo que necesitamos. Bastante duro es el trago de por sí.
Imagen de Alex Abian