El tiempo es limitado. Y la capacidad que tenemos para establecer y construir relaciones significativas, también lo es.
Hay personas con bastante capacidad para mantener relaciones. Pero incluso ellas tienen límites. Llega un punto en el que han de volcarse más en unas relaciones que en otras.
No hay más remedio. El día tiene 24 horas. La energía también se agota. Hasta en lo cognitivo hay un límite, expresado por el número de Dunbar. Éste sugiere que, aproximadamente, puedes llevar el hilo de lo que acontece en las vidas de unas 150 personas.
Todas esas personas son valiosas, claro. El punto no es ése, sino los vínculos que tenemos con ellas. Y, ahí sí, no todos los vínculos son lo mismo de valiosos.
Lo suyo sería cuidar con más esmero aquellos vínculos importantes. Esto es, dedicar más tiempo, atención o energía a las personas cuyo papel en nuestra vida es más relevante.
¿Quién te ama como eres? ¿A quién amas tú? ¿Quién te necesita de veras? ¿Quién quiere tu bienestar? ¿Quién te acompaña o te ayuda cuando llega la ocasión? ¿Con quién te gustaría envejecer?
Esta idea, tan simple y de sentido común, no la aplicamos siempre. (Me apunto con el dedo a mí misma.) Se me ocurren ejemplos en los que cualquiera de nosotros puede incurrir.
- Pasar horas debatiendo en internet, a costa de dedicar menos tiempo a quienes tenemos al lado.
- Mostrar un exceso de paciencia con el comportamiento molesto de un conocido y la mínima hacia una persona que vive bajo el mismo techo.
- Ser amable, cortés o puntual con un conocido, y lo justo con quien hay “confianza”.
- Pensar en el comentario hiriente de un conocido, mientras estamos cenando con la familia sin hacerles caso.
No es sólo que, a veces, dediquemos más tiempo y energía a las relaciones secundarias a costa de las importantes. El colmo es que las secundarias se lleven lo mejor de nosotros mismos, ya que a quienes están cerca de nosotros los consideramos “seguros”.
Valga esto como recordatorio, sobre todo a mí misma. Las relaciones profundas, sanas y cercanas se construyen con lo que hacemos cada día. Son fuente de fortaleza y de bienestar. Qué menos que dar prioridad a las más importantes.