Qué paz da un entorno ordenado… Qué a gusto se trabaja cuando cada cosa está en su lugar…
Razones como esas fueron las que me motivaron a tomarme en serio la cuestión del orden; asunto que en mi época más rebelde me importaba un bledo.
Sin embargo, en mi intento de organizar el entorno para ganar en paz y eficiencia, cometí errores de bulto (nunca mejor dicho).
El primero, este:
1. Pensar que el orden es solo cosa de un rato
Dedicar un día a ordenar la casa y dejar que el caos se imponga libremente hasta que toque ordenar otra vez, es una mala idea.
De nada sirve. ¿Cómo iba a aprender ser más ordenada de esta manera?
El orden tiene más que ver con «hacer cada día un poquito» y adquirir ciertas costumbres simples, como la de recoger la cocina justo después de comer, por ejemplo.
2. Pensar que limpieza es lo mismo que orden
Tampoco sirve de nada que la cocina esté impoluta si en cada armario y cajón todo está mezclado.
Está claro que orden y limpieza, por muy relacionados que estén, no son lo mismo. Y, no sé tú, pero yo encuentro prioritario que cada cosa esté en su sitio (aunque la limpieza no sea perfecta).
3. No asignar el lugar apropiado a cada cosa
Es raro que se me pierdan esas cosas que uso continuamente, pero ¿cuántas veces habré perdido documentos y objetos que no uso a diario?
Un montón. Si hasta le dediqué un post al tema un día que estaba agobiada porque no encontraba un papel importante…
Unas veces no he encontrado lo que buscaba por descuidada. Pero, otras veces, guardaba las cosas tan bien… que cuando hacían falta no había manera de dar con ellas.
Así fue como me acostumbré a usar estanterías, cajas, carpetas, etiquetas y otros utensilios para organizarse.
Aunque no te creas que me resultó tan sencillo… A continuación te explico.
4. Pensar que las cajas y carpetas solucionarían todo el problema
En mi cabeza sonaba bien: Tener estanterías y, en ellas, cajas (o lo que fuera) convenientemente etiquetadas para no tener que abrirlas y dar con el objeto buscado rápidamente.
Los errores que cometí fueron hacerme de material de este tipo (para conservar y clasificar cosas) sin pensar antes qué objetos iba a guardar en ellos.
Lo suyo hubiera sido decir: Esta caja, para juegos de mesa. Esta otra, para los CDs antiguos, etc.
Y no. No siempre lo pensaba con antelación, lo que originó el siguiente error: Llenar todo el espacio disponible, en ocasiones con trastos que ya no servían.
5. Intentar ordenar lo inservible
Guardé aparatos averiados, zapatos viejos a los que les tenía cariño, ropa con la que no quisiera ver ni a mi mayor enemiga, etc.: Una buena cantidad de cosas inútiles, que solo ocupaban espacio.
¿Cómo tener ordenado lo que me hace falta, cuando está compartiendo el espacio con todos esos objetos inservibles? Difícil, muy difícil.
Así fue, hasta que le encontré las ventajas a vivir solo con las cosas necesarias.
Ahora sé que estos objetos «sin uso» hay que clasificarlos de manera distinta, separándolos del resto y diciéndoles adiós a los que sólo estorban.
¿Básico? Pues, sí. Pero mira tú si cometí errores aprendiendo esto… y los que me quedan.
Y si, como yo, fuiste un desordenado con voluntad de dejar de serlo, aquí tienes un post dedicado a nosotros (tú y yo), más práctico y didáctico que lo que acabas de leer: 27 Ideas para limpiar y ordenar la casa.