La parte del éxito que pocos ven

Ahí vas tú, dispuesto a compartir la alegría que sientes tras haber obtenido buenos resultados en lo tuyo. Tus amigos sonríen. Y, entre las personas con quienes hablas, encuentras a una que te dice: ¡Qué suerte has tenido!

Hay que admitir que algo de razón lleva. Una fatalidad pudo cruzarse en el camino y arruinar el buen resultado. Y no fue así.

Tuviste suerte y eso te favoreció. Pero la imagen que tenemos de la suerte, cuando hablamos de progreso personal, es un tanto superficial. Lo mismo pasa con la imagen del éxito.

Desde fuera, tu éxito parece un iceberg. (Es una comparación muy inspiradora que he visto en varios lugares.) Al piquito que asoma, muchos lo llamarán “suerte”.

iceberg

¿Y qué es la (buena) suerte? Se supone que una serie de sucesos imprevisibles que se alinearon a tu favor. Sí, sí… Eso es lo que algunos verán en tu éxito: que has tenido “potra”.

Vale. Como no se cruzó una gran calamidad y pongamos que algún factor se deslizó a tu favor, un poco de potra sí tuviste.

Pero la mayor parte de tu buena suerte la forjaste tú. No fue el azar. No la decidieron los astros. Nadie te la regaló.

Hace tiempo, el investigador Richard Wiseman y compañeros suyos nos explicaron que la buena suerte suele estar relacionada con cuatro principios o actitudes. Recordémoslas.

  • Buscar las oportunidades.
  • Elegir las que te dan buena espina.
  • Volcarse más en las posibilidades de éxito que en las de fracaso.
  • Convertir los obstáculos y pasos erróneos en oportunidades para avanzar.

A partir de ahí podemos deducir que, la mayor parte del tiempo, la buena suerte te la estás fabricando tú mismo. Aunque eso, seguramente, queda en la parte oculta del iceberg.

Digamos que consigues un ascenso, ponerte en forma o aprobar un examen dificilísimo. La mayor parte de tu buena suerte no va a salir en la foto de tu éxito, ya que algunas de las personas que lo juzgan no ven todo lo que hay debajo de ese logro.

Y nos queda un ingrediente, que de mágico o de glamuroso tiene bien poco: el esfuerzo consistente.

A mí me suelen decir con frecuencia: Qué buenas piernas tienes, dando a entender que camino muy deprisa.

Es verdad. Soy afortunada de tener unas piernas que me permiten ir deprisa. La parte que no se ve es que llevo años ejercitándolas todos los días. Cada mañana, aprovecho esa oportunidad. Y así he ido sumando miles de kilómetros, un paso tras otro.

Por tu experiencia, habrás visto que la gente (incluyéndonos a ti y a mí), cuando no tenemos toda la información, solemos llegar a conclusiones que no explican la realidad adecuadamente.

Ocurre con el éxito y con más cosas. Lo que se ve es sólo una parte que, en bastantes ocasiones, es minúscula comparado con lo que no se ve.


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