Una situación que ya pasó te persigue incansablemente. Te asalta durante el día. Y por la noche se impone a pensamientos más agradables y apacibles.
¿Cómo te libras del asedio?
La preocupación por eventos futuros no es la única que puede robarte la calma. Eso también puede hacerlo el runrún de las experiencias pasadas.
Sin darte cuenta o siendo consciente de ello, rememoras lo ocurrido, buscas explicaciones accesorias, fantaseas con un final diferente…
Eso, además de robarte la calma, mina la confianza en ti mismo y la posibilidad de seguir adelante prestando atención a cosas más positivas.
Es más, de quedarte atascado en estos pensamientos que te arrastran siempre al mismo punto de fracaso y amargura, podrías caer en una depresión.
Por eso es importante que hagas algo al respecto. Tú dirás: ¿Como qué? No puedo evitar pensar en ello. Y, cuando lo intento olvidar, es peor.
Tienes razón. Cuanto más te esfuerzas en olvidar una cosa, más se pega en la mente. Es curioso… y también frustrante.
Daniel Wegner, un psicólogo que estudió este mecanismo, nos aconseja no forzarnos a olvidar, porque es probable que logremos justo lo contrario.
¿Entonces, qué soluciones hay?
Los amigos que practican la meditación acertaron de pleno al incorporarla en su día a día. Ésta es una de las mejores armas para frenar los correteos de la mente por el pasado o por el futuro.
La meditación te entrena para manejar tu atención, con lo útil que es en este caso. Imagina que estás meditando (o haciendo cualquier cosa) y la experiencia del pasado monta el caos en tu mente.
¿Cómo sortearías la situación? No forzándote a echar fuera esos pensamientos, sino enfocándote en otra cosa: tu respiración y las sensaciones del cuerpo, por ejemplo.
¿Y quienes no meditamos o no tenemos tanta práctica? Podemos probar con la distracción deliberada durante unos minutos.
Por ejemplo, estás trabajando o a punto de dormir y el pensamiento del pasado vuelve al runrún. ¿Cómo lo despistas?
Haciendo algo agradable y saludable durante unos minutos: leer, cantar, pasear, cocinar, hablar con alguien (de otra cosa)… PERO metiéndote totalmente en esa actividad.
La propuesta: Elige una actividad en la que puedas volcar tu atención durante un par de minutos (una efectiva en tu caso). Y, cada vez que te asalte el runrún, envuélvete física y mentalmente en esa actividad.
Actividades “anti-runrún” de las mías son escribir y moverme un poquito. Busca las tuyas. 😉