Cómo perder en una discusión

Las discusiones son necesarias y enriquecedoras. A ver quién sostiene que dos personas, por afines que sean, vayan a estar de acuerdo en todo a lo largo y ancho de su relación.

En algún momento, surge la discusión, que no es más que un diálogo en el que las partes implicadas exponen su punto de vista y escuchan el contrario.

La finalidad de una discusión es esclarecer un tema; entender lo que piensa el otro, hacerse entender uno mismo y negociar un punto de acuerdo. Eso, cuando se puede.

Hay discusiones menos fructíferas, en las que las opiniones o las ideas de los que intervienen son tan diferentes, que lo más que pueden hacer (y es mucho) es respetar a su interlocutor.

discusión

El problema viene cuando las discusiones se convierten en una lucha de poder; cuando una de las partes (o las dos) están más interesadas en imponer su criterio, en salirse con la suya y en dejar derrotado al otro, si es posible.

Las discusiones, que sirven para unirnos, en este caso son absurdas batallas, que nos separan.

Discute limpia y claramente

En Dumb Little Man nos apuntan seis formas de lograr que una discusión se convierta en una batalla que perderás, aun teniendo la razón de tu parte o muy buenos argumentos:

1. Gritarle a tu interlocutor: Cuando subes el volumen, aumenta la tensión. Quizás, la persona con la que discutes hace lo mismo… y ¡hala! La discusión  puede derivar en un combate de gritos que no lleva a ninguna parte.

2. Cambiar de tema: Si quieres aclarar un asunto, has de enfocarte en ese preciso tema. En caso de que tengas más puntos que discutir, déjalos para después. Los problemas se aclaran de uno en uno.

3. Negarte a aceptar tu responsabilidad: Echarle toda la culpa al otro (aunque tenga bastante) enardece el conflicto. Es importante que reconozcas tu parte de responsabilidad en el objeto de la discusión, si quieres llegar a un punto de encuentro.

4. Sacar los trapos sucios: La otra persona te hirió en el pasado y aprovechas que estás discutiendo con él/ella para recordarle sus ofensas. No te quedes con el resentimiento guardado, pero elige otro momento para hablar de las viejas heridas. (De nuevo: Los problemas, de uno en uno.)

5. Hacer ataques personales: Céntrate en la acción o en la cuestión a tratar. Separa la persona de lo que ha hecho o dicho esa persona. Estar en desacuerdo con él/ella no es motivo para faltarle al respeto definiéndolo como: vago, egoísta, idiota, etc.

6. Corregirle en nimiedades. La otra persona te explica cómo se siente y tú contestas: “No se dice fustrado. Es frustrado.” Una lección improvisada de vocabulario y gramática no sirve para entenderse. ¿Qué sentido tiene desviar la discusión por derroteros lingüísticos?

Tomemos nota, pues. Yo lo resumiría en dos puntos: respeto al otro y enfoque en el tema a tratar. Así, sí podemos entendernos y llegar a acuerdos.

Que nos salga bien la práctica. 🙂

Imagen de TarikB


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