¿Qué sientes cuando hablas con alguien que tiene la necesidad constante de tener la razón?
Esa persona, esté o no en lo cierto, está más preocupada por probar “su verdad” que por entender tu punto de vista.
Contrasta esa actitud con la de otra persona cuya prioridad es escucharte y entender tus ideas, aunque tengan poco que ver con las suyas (y así te lo haga saber).
¿Con cuál de estas personas te sientes mejor: con la que coopera o con la que compite contigo?
Me imagino la respuesta. Pocas personas soportan a los “sabelotodo” que entran en las conversaciones dispuestos a colgarse la medallita.
Ellos gozan insistiendo en su verdad, disfrutan de la sensación de saber (sepan o no) y se olvidan de lo que puedas estar sintiendo tú.
¿Quién hace algo así de antipático?
Cualquiera de nosotros. No siempre nos damos cuenta.
Pasa como con el anterior tema del que hablamos, el de presumir. De un modo u otro, la mayoría lo hacemos alguna vez. Nos encabezonamos en tener la razón. Pero nos sienta mal cuando lo vemos del otro lado.
Naturalmente, no es lo mismo ponerse testarudo alguna vez o cuando se toca una cuestión “delicada” para la persona, que ser un “sabelotodo” a tiempo completo.
Y, pese a lo mal que cae esto, hay personas así, adictas a tener la razón. Seguramente te has encontrado alguna. Tal vez hayas metido la pata, como yo, involucrándote en discusiones donde te sentiste impotente.
Tu adversario, el melón sabelotodo, ganó la discusión. Pero lo que perdió fue mayor:
- Ni lo respetaste más después de que te aplastó en el debate.
- Ni lo apreciaste por eso.
- No sentiste gratitud porque te dejara en evidencia.
- Ni fuiste corriendo a decirle a todo el mundo que él/ella te había abierto los ojos.
Te sentó mal que no tuviera en cuenta tu opinión, ni tus ideas, ni tus sentimientos.
Si fue así, tómalo como una buena lección. Hoy tienes más recursos para tratar con estas personas que nunca se equivocan (según ellas). Quizás, compartimos algunas de estas ideas.
Ideas para tratar a la persona que siempre tiene la razón
La recomendación más extendida y sabia en el asunto es esta: Elige tus batallas. No entres en todas las discusiones.
Las personas cabezonas disfrutan teniendo el control de la conversación y tumbándote cada argumento con “su verdad”. Así que la manera segura de ganar es no dándoles el gusto de jugar.
Si la persona pinta poco en tu vida (y menos que va a pintar), ignora su opinión.
Esto cuesta, porque te vas a encontrar a personas defendiendo con ahínco ideas y opiniones que chocan con las tuyas, y que te van a “pinchar” para que entres al trapo.
Tranquilo. Evalúa la situación. Y decide si vale la pena participar en el debate.
- Si es que no, puedes salirte por peteneras: “Sí, sí… Vale.” Déjalo estar. Lo que esta persona piense no te afecta.
- Y, si decides participar, hazlo teniendo en cuenta que, digas lo que digas, esta persona no se bajará del burro.
➜ Empieza reconociendo su opinión: “Entiendo que pienses así…” (por tal o cual motivo).
Es más, puede haber algún punto de su discurso en el que sí estás de acuerdo. Es importante escuchar sin interrumpirle, aunque te hierva la sangre con buena parte de lo que diga.
➜ Manifiesta tu opinión contraria. Hazlo sosteniéndola con pruebas, hechos y/o razonamientos bien hilados.
➜ Defiende únicamente aquello de lo que estés muy seguro.
➜ Mantén la compostura en todo momento, por si la persona reacciona de manera agresiva (al ver que no puede rebatir tus argumentos). A veces pasa.
➜ Si la discusión se tensa demasiado, sal de ahí. Desvía el tema, deja de participar o no digas nada más que encienda el debate.
Lo anterior es más sencillo cuando no tienes una relación estrecha con esta persona inflexible o cuando tratas con un amigo, donde la relación es de igual a igual.
¿Qué pasa cuando la persona tiene una posición de poder sobre ti? Es tu padre o tu jefe. Y, digas lo que digas, no va a respetar tu opinión.
Además de lo anterior, puedes tener en cuenta lo siguiente:
➜ Escúchale y sigue con tu vida. Si te va a costar caro oponerte, haz lo que dice el jefe o escúchale, sin más. Una vez que lo pierdas de vista, actúas según tu criterio.
➜ Déjale ganar. Haz pasar tu idea como suya: “Gracias a que me dijiste esto, a mí se me ocurrió aquello.”
➜ Busca la manera de decir “bye bye”. Si esta persona no te trata con el respeto y la consideración que mereces, dedica tus esfuerzos a buscar la manera de distanciarte, de paso que cultivas otras relaciones.
¿Y si te das cuenta de que el cabezota empeñado en tener razón eres tú?
Las experiencias anteriores también ayudan con esto. Te consta, por haberlo vivido, que la relación que tienes con esa persona no se va a beneficiar si conviertes la conversación en una batalla.
➜ Defiende tu opinión, cuando lo creas apropiado. Da buenos argumentos. Habla con libertad y firmeza.
➜ Pero escucha al otro y dale su lugar, en cuanto te des cuenta de que estás intentando imponerle tu criterio.
- Puede que el suyo sea bueno. Después de todo, hay argumentos sólidos que pueden emplearse para defender variedad de posturas.
- O puede que sea una barbaridad. O una estupidez. Está bien. ¿Quién no tiene o ha tenido ideas estúpidas?
Como sea, lo primordial es poner por delante la relación a la necesidad de probar que uno tiene la razón.
Esto lo escribo más por mí que por ti. Con el tiempo me he dado cuenta de que he sido inflexible muchas veces. He tenido esa necesidad de tener la razón y la he vivido también desde el otro lado.
Cada vez más a menudo, me doy cuenta de cuándo me estoy pasando de terca en una conversación. Y veo que no pasa nada si no tengo la última palabra.
Participo en menos combates absurdos. Me da lo mismo que me digan que la Tierra es cuadrada.
Si la relación me importa, tal vez diga que no estoy de acuerdo y explique lo que sé. Se acabó. Solo entro a defender con todas mis fuerzas cuestiones cruciales. O eso intento.
Y, como vivo mejor desde que me he relajado con la cuestión de probar que mi opinión va a misa, lo comparto contigo.
Sea lo que sea lo que tú has aprendido, úsalo. Las relaciones son así. Toda la vida estamos construyéndolas y aprendiendo cosas nuevas.
Lo que más importa de esta entrada es que reflexiones sobre lo que ya has aprendido y decidas qué hacer respecto a este tema. ¿Cómo vas a conducirte con los cabezotas de tu vida?
Imagen de Great Beyond