Cuando la tenacidad se convierte en terquedad

Veamos la diferencia entre una persona tenaz y una persona terca.

Esas personas pueden ser una misma (tú o yo), cuando caemos en una tenacidad inflexible. En ese momento, más que tenaces, somos tercos.

La tenacidad es una gran virtud

¿Te gustaría ser una persona muy tenaz? Suena bien, en principio.

Esa capacidad se manifestaría en cuanto te pusieras un objetivo -pequeño o grande-: defender tu punto de vista, adquirir un hábito, sacar adelante un proyecto, etc.

Trazado tu objetivo, no habría obstáculo que te hiciera apartar la vista de él. Seguirías adelante, en los buenos y malos momentos, hasta salirte con la tuya.

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Hay estudios que apuntan a la tenacidad como un buen predictor de éxito.

[Aunque, como suele pasar con los estudios, también los hay posteriores, que le quitan unas cuantas flores a la perseverancia o la tenacidad, para ponérselas a otras cualidades interesantes, como la autorregulación emocional.]

Quedémonos, entonces, con la tenacidad como una capacidad de las más importantes para el logro de nuestros objetivos. Especialmente, si hablamos de objetivos a largo plazo.

Insistir, persistir, perseverar, luchar por lo que quieres con consistencia. Suena virtuoso… siempre que no te pases de rosca.

Ahí es donde está el gran inconveniente de la tenacidad; en que evolucione hasta llegar a una cualidad que no es tan deseable: la terquedad.

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¿En qué se diferencia una persona tenaz de una persona terca?

Dado un objetivo (piensa en el que quieras), hay dos personas que invierten su esfuerzo con constancia, a fin de alcanzarlo. Las dos están ahí, a piñón fijo.

Un buen día, se encuentran resultados desfavorables. ¿Qué ocurre?

La persona tenaz observa el panorama, lo estudia. Según sus conclusiones, decide si hacerle cambios a su plan o toma otras medidas, incluyendo la posibilidad de desistir, cuando el objetivo pierde el sentido que tenía.

La persona terca, cuando no está obteniendo los resultados que quiere, es habitual que redoble esfuerzos. ¡Vamos! ¡Más duro!

La jugada puede salirle bien en determinadas circunstancias, donde está claro lo que funciona y la persona está segura de lo que ha de hacer para aguantar el tirón.

Es decir, mientras que la tenaz tira de creatividad y flexibilidad para superar ciertos obstáculos, la terca más terca suele aferrarse a lo que venía haciendo hasta ahora.

Ejemplos de terquedad evidente

La persona terca sostiene que su opinión es la mejor. Es la más sensata, la más inteligente, la más apropiada para las circunstancias. Lo ve así. Y, aunque tú le des pruebas de lo contrario, se resiste a dar su brazo a torcer. No escucha. No aprende.

(Esa es la definición de “terco” que encuentras en cualquier diccionario.)

La persona terca tiene resultados flojos en sus exámenes. ¿Qué hace? Estudiar el doble. A lo mejor no se plantea el modo en que lo hace. Tal vez, cambiando de técnicas, lograría mejores resultados.

La persona terca va a un examen duro. Encuentra un problema que se enfrasca en resolver, sí o sí. A lo mejor lo hace. Pero agota el tiempo en el que podría haber sumado puntos en otras preguntas más asequibles.

La persona terca tiene un amigo (novio, amante) chupóptero, desde tiempos inmemoriales, que sigue abusando de su buena voluntad. ¿Qué hace? Esforzarse más, por no tirar por la borda todo lo invertido en esa relación. ¡Tiene que funcionar!

La persona terca hace otra inversión nefasta, pongamos que de dinero. Y sigue insistiendo, sigue invirtiendo en lo mismo, a pesar de que la compañía da señales evidentes de estar hundiéndose. ¿Podría cortar con las pérdidas y pensar en otro destino para su inversión?

Sí, podría. Pero no lo hará, porque asocia ese gesto al fracaso. No está viendo que el fracaso está, precisamente, en insistir una y otra vez en una decisión que no funciona.

Tenacidad o terquedad: ¿qué es lo tuyo?

Yo soy una de esas personas que, en ocasiones, se ha salido de lo tenaz para pisar los fangos de la terquedad. He confundido (y a veces sigo confundiendo) la perseverancia con la persistencia ciega.

Y he de admitir que persistir a lo ciego no es una actitud que sirva cuando la situación está pidiendo que cambies de enfoque.

Sigo defendiendo la tenacidad y el esfuerzo, de los que he obtenido buenos frutos, pero sin olvidar la flexibilidad, que me va a ser más útil para adaptarme a los cambios, que empecinarme en hacer lo mismo de siempre.

¿Qué hay de ti? ¿Te reconoces como demasiado tenaz? ¿Como demasiado flexible?

Tal vez coincidamos en que, cuando añades mucho de una cosa buena, esta deja de ser tan buena. 😀

Imagen de kylemac


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