La trampa de la persistencia ciega

Hablemos de persistencia ciega, que a menudo es confundida con perseverancia.

¿Quién va a negar que la perseverancia es una gran virtud? Armado de perseverancia, superas los obstáculos que van saliéndote al paso, dejas que el tiempo haga su parte y… ¡conquistas tu objetivo!

Eso sí, para llegar a la meta, necesitamos de otro ingrediente: flexibilidad. Si no funciona un plan, lo ajustas o pruebas con otro. Si no puedes saltar un obstáculo de una manera, buscas otra distinta.

La locura de persistir ciegamente

Puedes conseguir lo que quieres a base de insistir con la misma tecla, erre que erre, pero no suele ser una estrategia muy exitosa en ciertos casos.

• El niño insiste en su rabieta para que sus padres le compren una golosina en el supermercado: “Hasta después de comer, no hay chucherías.”

• Yo persisto declarándote mi amor (y ya van treinta veces) obteniendo de tu parte la misma respuesta: “Por favor, déjalo ya.”

• Pilar sigue en una relación horrible, sin hacer otra cosa que apostar a que mañana las discusiones terminen y todo sea mejor.

• Antonio busca un trabajo con unas características determinadas. Lleva tres años invertidos en eso y no piensa tirarlos por la borda.

vínculos y ataduras

¿El que la sigue, la consigue?

Sí, es muy probable. Pero eso no implica empeñarse en una única opción que, visto lo visto, da un resultado negativo una y otra vez.

Los humanos persistimos ciegamente porque invertimos tiempo, energía o dinero en un determinado fin y no queremos darlo por perdido. Insistimos con lo mismo, con la esperanza de que vaya a mejor.

¿Y, si después de insistir tantas veces, sigue lo mismo o peor?

Seguramente, es preferible que estudiemos la situación y busquemos alternativas o una manera distinta de hacer las cosas (si esperamos conseguir mejores resultados).

Einstein ya lo dijo: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.”

El que persevera, alcanza

¿Qué es lo tuyo, perseverancia o persistencia ciega?

Para distinguir una cosa de la otra, ten en cuenta lo anterior: ¿Persistes en una situación (haciendo lo de siempre) esperando que mejore… y los resultados son flojos?

Si te dices a ti mismo: Ésta vez es la buena… Y poco cambia en relación a intentos anteriores, tu táctica se parece a la del niño que monta la rabieta en el súper.

Lo peor del caso es que el niño tiene premio de vez en cuando. Los padres, por tal de que se calle, le dan lo que quiere. Y eso anima al muchacho a llorar y patalear en sucesivas ocasiones.

Por eso, persiste y persiste, a pesar de que la táctica sea inefectiva casi siempre.

Esto mismo nos pasa a los adultos en el trabajo, en relaciones que hacen aguas o en otras situaciones que están pidiendo a gritos otro enfoque, nuevas soluciones: ¡flexibilidad!

Persiste cuando te convenga

La persistencia (ciega, a piñón fijo) es útil en ocasiones. Por ejemplo, cuando eres constante con un hábito sano. Insistes en lo mismo porque te va bien.

Cuando va mal, es distinto. Y de eso es de lo que hemos hablado aquí. De persistir en una situación que no funciona, cruzando los dedos para obtener la próxima vez un resultado favorable.

La propuesta es que abramos los ojos (y la mente). Decidamos cuándo nos conviene persistir en algo y cuándo es una locura.

Imagen de Domiriel


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