¿Dónde está la frontera que separa el sano orgullo que muestras al hablar bien de ti mismo del autobombo, que a casi todos nos chirría?
Si quieres aprender a presumir sin cargar con la etiqueta de fantasmón, únete a los que pensamos hacer eso mismo.
Ahí vamos. A ver cómo nos las arreglamos para sortear las antipatías que despiertan las autoalabanzas…
¿A quién le agradan los creídos?
Psss… A casi nadie. El refrán: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces” tiene la pinta de haberse acuñado para abofetear al pagado de sí mismo.
¿Y quién es ese? ¿El que llega presumiendo de ser la octava maravilla del mundo o el que comparte la noticia de haber ganado un premio?
El primero presume sin respaldo de los hechos. El segundo, con su prueba en la mano. Y, a pesar de la diferencia, los dos pueden despertar sentimientos incómodos.
➜ Envidia: La de aquel a quien le gustaría presumir de eso mismo y no puede, por el momento.
➜ Frustración: La de aquel que sigue la norma que dice “está feo echarse flores a sí mismo” y espera indefinidamente a que se las echen otros. Le sienta fatal ver a alguien que no necesita abuela.
➜ Tristeza: La de aquel que recuerda lo que le aflige gracias al notición del presumido. Viene a ser como “mentar la soga en casa del ahorcado”.
➜ Enfado: O el hartazgo de quien esta cansado de escuchar al fanfarrón de turno, que solo sabe hablar de sí mismo.
En un momento u otro, parece que a todos nos van a hartar los presumidos. Bien por las circunstancias que atravesamos o porque al presumido le desborde el afán de protagonismo.
También sabemos que hay diferentes formas de llamar la atención sobre uno mismo (que es para lo que se presume). Unas son más fastidiosas que otras.
Y otra realidad que podemos observar es que TODOS presumimos a veces. Sí, incluso si nos sienta como una patada que lo hagan los demás.
¿Y tú? ¿De qué presumes?
Al igual que pasa con las quejas, el repertorio para presumir tiende a infinito.
Uno puede apuntar el foco hacia sí mismo por sus cualidades o logros visibles. O exagerar adrede esas cualidades o logros para poder presumir más. Ya sabes: lo de comer una y contarse veinte.
Pero, como eso es demasiado directo, manifestamos nuestro orgullo y llamamos la atención de otras maneras.
- Presumimos de cosas o sucesos: la casa, el coche, las vacaciones y otras cuestiones que nos describen.
- Presumimos de otros: de pareja, de hijos, de padres, de amigos, de mascota… (Creo que de esta somos culpables muchos.) 🙂
- O presumimos de lo que debería ser motivo para un tirón de orejas: trabajar mucho, dormir poco o ser cafeteros empedernidos (como yo).
Esto es para que no nos hagamos los suecos con el tema. El que presume de no presumir, ya está siendo presumido. A veces, todos queremos un poquito de atención. ¿Qué hay de malo en ello?
Para tu reflexión, considera además ciertos aspectos beneficiosos del pavoneo.
El lado bueno de presumir y de que presuman
1. Nos alerta
A todos se nos enciende un pilotito rojo (o debería ser así) cuando nos encontramos con una persona que NO para de hablar bien de sí misma. Delata que, de manera artificial, está inflando su importancia.
Suele haber mucha inseguridad detrás de quien trata de llenar de sí mismo todo el tiempo disponible. Y esto no es un buen indicativo para iniciar una relación donde uno también cuente.
2. Produce placer
Yo también me quedé así 😯 cuando estaba investigando el tema. Pero, dado lo extendido del hábito de presumir, algo tendrá de razón.
En Psychology Today hacen referencia a un estudio (de 2012) del que se desprende que compartir información sobre uno mismo (positiva, se entiende), produce sensaciones parecidas a las de comer o practicar sexo.
Al parecer, echarse flores a uno mismo (o presumir de hijos o de pareja) está a la altura de clásicos placeres sensuales.
3. Es necesario
En ciertos terrenos, como el profesional o el del ligoteo, presumir es una necesidad.
Muchos, para pescar ligue, enseñan y resaltan lo mejor de su persona. A ver quién va a ligar contigo presentándose: “Hola, me llamo X. Odio a media humanidad y me huelen los pies.” Te dirá lo más bonito de sí mismo y, después, lo otro.
Y en el mundo laboral y de los negocios también es imperativo dar una buena imagen. A quienes tratan de dar su mejor cara y parecer competentes (lo sean más o lo sean menos) les va mejor que a los poco presumidos, dicen los estudios.
“Lo que no se enseña, no se vende”, que sugiere el dicho. Necesitamos aprender a autopromocionarnos bien, por la cuenta que nos trae.
Y ahora es cuando llegamos a lo bueno: ¿Cómo presumir sin resultar antipático?
Ideas para presumir sin resultar cargante
Partiendo de que es inevitable que otro pueda considerarte antipático, según le dé, apuntamos unas cuantas sugerencias para presumir sin pasarse de rosca.
- Deja que hable la evidencia. No tienes que decir que eres alto y guapo, si se está viendo a leguas. Y tampoco que cocinas maravillosamente, cuando a todos nos consta. Sonríe, que ya lo han notado.
- Presume cuando haya hechos que lo respalden. Decir que eres “el mejor” no significa nada. Alegrarte por sostener un trofeo, sí. Ahí está la prueba de tu talento y de tu esfuerzo.
- Ten en cuenta a quién le estás hablando. Cuando tu hermano se está divorciando, quizás no sea el momento de contarle que te has echado novia. Espera un poco.
- Comparte tu éxito. Como los éxitos grandes suelen involucrar a más personas, mételas en tu discurso inspirador. Habla de los que te acompañaron en el camino.
- Habla también de las dificultades. En el caso del éxito, podrías mencionar esos capítulos en los que te equivocaste, si es que no salió todo bien a la primera.
- Participa en un cruce de alabanzas. Esto se ve mucho entre las personas famosas. Una habla maravillas de la otra. Y la otra, para devolver la pelota, habla bien de la primera. Todos contentos.
- Sé breve. A menos que tengas a un público deshaciéndose por escuchar tu larga historia, limítate a contar lo más reseñable.
- Evita repetir la misma historia una y otra vez. Si ya todos saben que ganaste un concurso de dibujo a los 8 años, es hora de cambiar el disco.
- Échale humor a lo que compartes. Me enteré de que había pasado la prueba y tiré el móvil por la ventana al hacer un ademán victorioso. Cuenta alguna anécdota que derrita malestares, si los hubiera.
Últimas reflexiones
Para mí, no tiene nada de particular que alguien se alegre por algo suyo y se lo muestre orgulloso al mundo. No creo que tenga nada de malo. Como no lo tienen la grulla, el pavo real o el león, cuando enseñan su belleza.
Creo que quien tiene el problema es el que quiere arrancarle el moño a la grulla, la cola al pavo, la melena al león y a ti lo bueno que enseñes.
Enseñar logros y cualidades o dar buenas noticias es positivo, a menos que quien presuma menosprecie o anule a las demás personas. Hoy es su turno. Y los demás también tendremos nuestra ocasión de lucirnos.
Pero esa es solo mi opinión.
Cada persona decide lo que es aceptable: sobre qué presumir, cuándo o con quién. Así como cuándo y porqué va a considerar que el otro está pasándose de la raya.
Lo demás no está en tu mano. Por mucho cuidado que pongas al compartir lo bueno, a alguien le caerás mal, porque sus condiciones son otras.
Importa más lo que tú pienses y que actúes de acuerdo a tu criterio. Con que no seas un creído insoportable para ti y para la gente que te quiere, es suficiente, ¿no?