¿Te enfadas rápidamente cuando las cosas no salen como quieres? Eso puede deberse a una baja tolerancia a la frustración, que es el tema del día.
Muchas personas tienen este problema. En esta entrada aprenderás qué es y cómo mejorarla, si te afecta a ti.
O, si quieres entender la incapacidad para manejar situaciones frustrantes que tienen otras personas, también te servirá.
¿Qué es la baja tolerancia a la frustración?

A veces, las cosas no salen como queremos. Y hay algunas personas a las que no se les da bien manejar estas situaciones. Esto es lo que se llama baja tolerancia a la frustración.
Este es un problema que afecta a personas de cualquier edad. Aunque, claro, con los niños tiene un pase, porque aún están aprendiendo a manejar sus emociones.
A estas personas «con poco aguante» les cuesta controlar sus emociones. Quieren todo ¡ya! o de la manera que a ellos les gusta.
La frustración, según la RAE, es un sentimiento de insatisfacción o fracaso.
Y así la vamos a abordar, como una respuesta emocional común que experimentamos cuando no logramos satisfacer un deseo o necesidad.
Cuanto mayor es el deseo que sentimos de que algo sea como queremos, mayor es la frustración que experimentamos cuando la realidad no corresponde a nuestro deseo.
Con el tiempo, aprendemos a manejar estas situaciones.
Y, si no desarrollamos una alta tolerancia a la frustración, al menos nos cuesta menos encajar la decepción, que a una persona que tenga la expectativa irracional de que la realidad tiene que ser del modo que ella prefiera.

¿Qué problemas tienen las personas con baja tolerancia a la frustración?
Las personas con baja tolerancia a la frustración se estresan mucho. Cada vez que la realidad pasa de largo ante sus necesidades y deseos, sus sentimientos de frustración afloran. Y esto ocurre a menudo.
Por lo general, les cuesta aceptar los errores cuando se equivocan. Porque los errores llevan a la necesidad de aprender algo nuevo o ponen de manifiesto sus carencias. Cosa que es frustrante.
Buscan satisfacer rápidamente sus deseos, elevándolos a la categoría de necesidades.
— ¡Dame lo que quiero y dámelo ya!
Y evitan hacer cosas difíciles. Esto va a incluir los objetivos a largo plazo o ciertas situaciones incómodas, que requieran un esfuerzo considerable o conlleven el riesgo de salir mal parados.
Todo lo anterior les dificulta la vida cotidiana y, desde luego, sus relaciones personales.

Causas de la baja tolerancia a la frustración
La baja tolerancia a la frustración puede deberse a diversas causas. Estas pueden ser tanto internas como externas.
Una causa interna de frustración son los objetivos personales que producen un conflicto.

Por ejemplo, quiero darme el gusto de comer pastelitos de postre (porque me encantan), pero al mismo tiempo quiero bajar unos kilos antes del verano. ¿Cómo decido sin sentirme frustrada por estar perdiéndome algo?
Y causas externas de frustración son las que llegan del exterior:
- Planeo unas vacaciones estupendas, pero el mal tiempo las arruina.
- Llego emocionada a las rebajas y ya han vendido justo eso que quería.
- Me apunto a un curso online, pero los servidores se caen justo cuando yo entro a practicar.
Pero el problema es más complejo que imaginar a una persona que, cuando no obtiene lo que desea, se entrega a la pataleta.
Vamos a indagar un poco más, para que veas la variedad de situaciones que pueden estar detrás de una baja tolerancia a frustrarse.

Situaciones que pueden llevar a una baja tolerancia de la frustración
→ Expectativas poco realistas sobre la vida y el éxito: Si alguien cree que todo en la vida debe ser rápido, fácil y sin inconvenientes, cualquier obstáculo se siente como una injusticia insoportable, en lugar de un reto a superar.
→ Falta de habilidades para resolver problemas: Cuando no se sabe cómo abordar las dificultades, cualquier contratiempo parece un muro infranqueable, en vez de un problema que tiene solución.

→ Experiencias negativas en la infancia: Crecemos aprendiendo cómo manejar la frustración. Si en la infancia hubo fracasos repetidos y no tuvimos apoyo o nos tocó enfrentar críticas excesivas, más adelante vamos a tener pocas ganas de revivir estas experiencias.
→ Estrés crónico y agotamiento emocional: Cuando el cerebro está constantemente en modo de «supervivencia», la paciencia y la resiliencia se agotan, haciendo que cualquier obstáculo parezca muy difícil de superar.
→ Perfeccionismo extremo: La necesidad del perfeccionista que desea que todo salga impecable genera una intolerancia absoluta a los errores o los imprevistos, volviendo la frustración un estado casi permanente.
→ Poca práctica en manejar situaciones difíciles: Si la vida ha sido cómoda o si siempre ha habido alguien resolviendo los problemas, cualquier dificultad se vuelve un golpe tremendo.

→ Baja autoestima y falta de confianza: Si alguien no cree en sus propias capacidades, cualquier frustración refuerza la idea de que es incapaz, un desastre, haciendo que se rinda más rápido ante los desafíos.
→ Trastornos de ansiedad o depresión: La ansiedad amplifica la sensación de que los problemas son incontrolables, mientras que la depresión quita la energía para afrontarlos, reduciendo la tolerancia a la frustración.
→ Crianza sobreprotectora: Si nunca se permitió que un niño experimentara pequeños fracasos y aprendiera a afrontarlos, de adulto puede no saber cómo manejar la frustración sin sentirse desbordado.
→ Expectativas poco realistas: Esperar que todo salga siempre bien, que los demás actúen como queremos o que la vida sea «justa» hace que la realidad resulte frustrante más veces de las necesarias.
→ Dificultad para controlar impulsos: Cuando hay una fuerte tendencia a la gratificación inmediata, cualquier retraso o inconveniente se torna insoportable y difícil de manejar.

→ Falta de estrategias de afrontamiento: Si una persona no ha aprendido formas saludables de gestionar el malestar, la frustración también se intensifica.
→ Temperamento irritable desde la niñez: Algunas personas nacen con una tendencia a la impaciencia o la irritabilidad, lo que puede hacer que se frustren con más facilidad si no aprenden a manejarlo.
→ Traumas o eventos muy estresantes: Las experiencias traumáticas pueden hacer que el umbral de tolerancia a la frustración sea más bajo, porque la persona ya ha gastado muchos recursos emocionales en sobrevivir a una situación difícil.
Consecuencias de tener baja tolerancia a la frustración

Las dificultades para gestionar la frustración no se quedan solo en el malestar del momento. A largo plazo, pueden afectar la vida emocional, las decisiones y hasta el desarrollo personal.
Pongámonos en la piel de alguien con baja tolerancia a la frustración. ¿Qué consecuencias negativas cabe esperar?
→ Más estrés y ansiedad. Cuando cualquier inconveniente se vive como una tragedia, la persona se encuentra en un estado de tensión constante. La sensación de que «esto no debería ser así» o la de «por qué me pasan a mí estas cosas» se convierten en su leitmotiv.
→ Un estado de ánimo más bajo. La frustración mal gestionada genera pensamientos negativos recurrentes, como «nunca me sale nada bien» o «para qué intentarlo«. Esto puede desembocar en desmotivación, tristeza y, en algunos casos, síntomas depresivos.
→ Mayor impulsividad. Con tal de evitar la incomodidad que genera la frustración, la persona puede tomar decisiones precipitadas o actuar sin pensar en las consecuencias. Esto incluye desde abandonar proyectos hasta hacer compras impulsivas o reaccionar airadamente ante los demás.
→ Peor salud. Porque las cosas que le gustan a esta persona, no siempre son las más beneficiosas para su salud. Cuidar de uno mismo no es elegir siempre el camino fácil, al contrario. Y esta persona puede sentir que se está privando de algo importante.
→ Más tendencia a procrastinar en tareas difíciles. Muchas veces, tenemos que tomar decisiones difíciles o realizar tareas que no nos gustan. Evitar estas situaciones, lejos de facilitarnos la vida, supone más estrés a la larga.

→ Menos logros personales. La vida está llena de retos, y cualquier meta importante requiere esfuerzo y persistencia.
Si la persona se frustra con facilidad y se rinde a primeras de cambio, es probable que deje pasar oportunidades valiosas por no querer enfrentarse a la incomodidad del proceso.
¿Y cuántas cosas importantes dejamos de hacer solo porque nos parecieron difíciles o pesadas en su momento?
→ Menor confianza en sí misma. La confianza se construye superando dificultades, no evitándolas. Si alguien huye de cualquier situación desafiante, poco a poco se convence de que no es capaz de manejar problemas, lo que refuerza su inseguridad.
→ Problemas en las relaciones. La frustración mal gestionada puede llevar a explosiones de ira, impaciencia o actitudes victimistas, haciendo que los demás se alejen o que la convivencia se vuelva difícil.
→ Dificultad para adaptarse a la vida. La realidad no siempre se ajusta a nuestros deseos, Y quien no sabe lidiar con la frustración puede sentirse constantemente insatisfecho, perturbado por minucias, atrapado en la queja o en la sensación de que todo es injusto.
Estrategias para desarrollar una mayor tolerancia a la frustración

La frustración es inevitable, pero podemos aprender a gestionarla mejor.
Estas estrategias ayudan a desarrollar la paciencia, la resiliencia y la capacidad de afrontar dificultades sin venirse abajo.
1. Establecer metas realistas
Una de las principales causas de frustración es esperar resultados rápidos o ideales que rara vez se cumplen. Para evitar esto:
- Ajusta tus expectativas a la realidad: pregúntate si lo que esperas es razonable o si estás exigiéndote demasiado.
- Divide los objetivos grandes en pequeñas metas alcanzables. Esto no solo hace el proceso menos abrumador, sino que también genera motivación al ver avances.
- Celebra cada pequeño progreso en lugar de enfocarte solo en lo que falta por lograr.
2. Practicar técnicas de relajación

Cuando aprendemos a manejar el estrés, la frustración se vuelve más llevadera.
Las técnicas de relajación pueden ayudar a calmar el malestar en el momento y, con la práctica, reducir el estrés ante futuras dificultades.
Algunas opciones son:
- Respiración profunda o diafragmática.
- Meditación o mindfulness para entrenar la aceptación y la paciencia.
- Ejercicio físico, que ayuda a liberar el estrés y a mejorar el estado de ánimo.
3. Desarrollar la habilidad de resolver problemas

Afrontar los problemas con un enfoque práctico reduce la sensación de impotencia.
¿Cómo se hace esto?
- En lugar de quedarte envuelto en la queja, pregunta: ¿qué puedo hacer al respecto?
- Evalúa distintas soluciones, en lugar de reaccionar de inmediato.
- Si algo no tiene solución, trabaja en aceptar la situación en vez de resistirte a ella.
4. Exponerse poco a poco a situaciones incómodas

Evitar las dificultades solo refuerza la intolerancia a la frustración. En cambio, enfrentarlas progresivamente fortalece la paciencia y la resistencia. Puedes:
- Practicar la paciencia (por ejemplo, retrasando pequeñas recompensas).
- Enfrentar tareas pesadas sin posponerlas demasiado.
- Ponerte pequeños retos que impliquen tolerar cierto grado de incomodidad.
5. Cambiar la forma de interpretar las dificultades
La forma en que pensamos sobre un problema influye en cuánto nos frustra. Para cambiar esto:
- Reemplaza pensamientos catastróficos («esto es insoportable») por otros más realistas («esto es difícil, pero puedo con ello»).
- Recuerda que la frustración es temporal y no significa, necesariamente, que algo esté perdido.
- Aprende a ver los obstáculos como oportunidades para crecer en lugar de como fracasos.
- Adopta una actitud resolutiva ante los problemas.
- Acepta la responsabilidad de cambiar aquello que puedas cambiar. Porque solo aceptando la responsabilidad, te das el poder para cambiarla.
6. Fortalecer la paciencia y la autorregulación emocional

Controlar los impulsos ayuda a gestionar mejor la frustración. Para mejorar en esto:
- Antes de reaccionar con ira o desesperación, tómate unos segundos para respirar y evaluar la situación.
- Desarrolla hábitos que fomenten la paciencia, como el mindfulness o la práctica de tareas que requieran concentración y constancia.
- Aprende a tolerar la incomodidad sin buscar alivio inmediato en distracciones poco recomendables.
7. Aprender de experiencias anteriores
Todos partimos en la infancia sin la menor capacidad para manejar nuestras emociones cuando se frustran nuestros deseos. Pero, conforme pasa el tiempo, sufrimos más de una decepción en este sentido.
Pues, gracias a que esto ocurre, podemos aprender. Podemos extraer una enseñanza útil de nuestras frustraciones anteriores.
Y no está tan mal que sientas que no afrontaste una experiencia con una ecuanimidad admirable, siempre que puedas llevarte una pequeña lección que te sirva para afrontar situaciones futuras.
Beneficios de aumentar la tolerancia a la frustración

Aumentar la tolerancia a la frustración trae muchos beneficios. En pocas palabras, va a suponer sufrir menos y manejar mejor los desafíos de la vida.
Hagamos un repaso:
→ Menor estrés y ansiedad en situaciones difíciles. Al aceptar que las dificultades son parte del camino, se reduce la sensación de amenaza constante y se afrontan los problemas con más calma.
→ Control más efectivo de las emociones negativas. En lugar de reaccionar con ira o desesperación ante un contratiempo, se aprende a gestionar el malestar y a seguir adelante, pese a la incomodidad, sin que las emociones tomen el control.
→ Mejor manejo de problemas y obstáculos. Con más paciencia y una actitud más estratégica, los desafíos se ven como problemas con solución, en lugar de volverse un muro infranqueable.
→ Mayor capacidad para alcanzar metas a largo plazo. Muchas cosas valiosas requieren tiempo y esfuerzo. Al tolerar mejor la incomodidad, se mantiene la motivación y se evita abandonar al primer tropiezo, de manera precipitada.
→ Mejora en las relaciones personales y laborales. Al aprender a manejar la frustración sin reaccionar impulsivamente, las discusiones se reducen y la convivencia se vuelve más pacífica y armoniosa.

→ Aumento de la autoestima y confianza en uno mismo. Enfrentar dificultades y superarlas refuerza la creencia en las propias capacidades, generando una sensación de competencia y seguridad.
→ Desarrollo de estrategias para afrontar retos. En lugar de evitar problemas o quejarse de ellos, se aprenden nuevas formas de abordarlos, lo que facilita la adaptación a cualquier circunstancia que la vida te presente.
→ Reducción de comportamientos impulsivos. Se toman decisiones con más reflexión en lugar de actuar movido por la emoción del momento, lo que evita arrepentimientos innecesarios.
→ Mayor flexibilidad ante cambios inesperados. Cuando algo no sale como se esperaba, se encuentra una alternativa en lugar de quedarse atrapado en la frustración.
→ Disminución de síntomas de depresión. Sentirse capaz de afrontar los problemas y de persistir en los objetivos mejora el estado de ánimo y reduce la sensación de impotencia.
→ Mejor resolución de conflictos interpersonales. En lugar de reaccionar con enfado o frustración, se puede dialogar con más paciencia y encontrar soluciones más efectivas.
→ Aumento de la perseverancia en tareas difíciles. Se desarrolla la capacidad de seguir adelante incluso cuando las cosas no salen bien de inmediato.
→ Desarrollo de expectativas más realistas. Se aprende a ver la vida como es, con sus altibajos, en vez de esperar que todo salga perfecto o sin esfuerzo.
→ Mejora en la toma de decisiones bajo presión. Al no dejarse llevar por la frustración o el pánico, se pueden evaluar mejor las opciones y elegir la más conveniente.

Al principio puede costar, pero cuanto más practicas, menos te atrapan las pequeñas (o grandes) frustraciones de la vida. Y eso, créeme, es un alivio. Vives mejor.
Conclusión
Hay personas con poca tolerancia a la frustración. Esto va a suponer la evitación de situaciones incómodas o difíciles.
O bien, que estas personas se hallen en un permanente estado de estrés o disgusto, porque la realidad no satisface sus expectativas.
Pero se puede aprender a tolerar la frustración o a manejarla de una manera adecuada. Con la práctica, todos podemos aprender a sobrellevar nuestras frustraciones cotidianas.
No son solo las personas con una especial dificultad para manejar la incomodidad a quienes concierne esta entrada.
Este es un tema para todos. Porque desde ahí afuera se nos invita a diario a no tolerar ni la más mínima frustración y nos hemos acostumbrado, tal vez, a demasiada comodidad.
Espero que, como a mí, estas ideas te sirvan.
Y si esta entrada te ha servido para entender mejor cómo funciona la tolerancia a la frustración (en ti o en otros), entonces misión cumplida. Si no, bueno… ¿qué mejor oportunidad para practicar un poquito más? 😉