Recursos para manejar la ira que todo HULK debe conocer

En esta entrada vamos a ver en qué consiste la ira. Veremos si es buena o mala. Y cómo manejarla de manera saludable.

Partamos de que la ira es una emoción incómoda que todos conocemos bien. Además, nos consta que dejarse llevar por ella puede ser desastroso.

Nos enfadamos cuando nos tratan mal, cuando no respetan a las personas que queremos, cuando nos quitan lo nuestro, cuando nos sentimos impotentes, etc.

A veces, la ira se desborda y decimos o hacemos cosas que más tarde lamentamos: gritamos, amenazamos, damos portazos, insultamos (a la cara o a las espaldas) o, del mismo rebote, abandonamos eso por lo que tanto habíamos luchado.

Hay que ver la destrucción que cabe en esos momentos iracundos… ¿No sería mejor intentar no cabrearse? O, al menos, ¿podría reducirse el enfado al mínimo?

muy enfadada

Dada nuestra experiencia con las consecuencias negativas de la ira, la consideramos más bien un problema y dejamos de ver su lado útil, que lo tiene.

¿Útil? Desde luego. Todas las emociones, incluida la ira, sirven para “avisarnos” de algo.

Cuando acercas tu mano al fuego, el dolor “te avisa” y tú la retiras para no quemarte.

Pues ese dolor que llamamos ira es otro aviso de que algo nos está fastidiando. Y, en este caso, nos impulsa a defendernos y a superar el obstáculo que se trate.

Por tanto, el problema no es exactamente la ira, sino lo que hacemos dejados llevar por la emoción. Estar muy enfadado es una cosa y dar rienda suelta al calentón, otra.

En plena efervescencia iracunda es cierto que no se puede pensar con claridad.

Pero siempre podemos esperar a que pase un poco la tempestad. Y, posteriormente, analizar la situación “cabreante”, decidir qué hacer al respecto y utilizar la energía del cabreo en ejecutar el plan.

Vamos a conocerla un poco mejor.

¿La ira es buena o es mala?

Las dos cosas. Depende de cómo se use.

Por ejemplo, la ira nos empuja a veces a superar el miedo:

– ¡Claro que me atreveré! ¡Esto no podrá conmigo!

A luchar por nuestros derechos:

– ¿Cómo? ¿Después de estafarme te vas a ir de rositas?

O es fuente de motivación después de un error o un fracaso:

– ¡Esta vez tengo que conseguirlo!

llena de ira

Pero, si no se controla, la ira puede ser muy destructiva para la persona que la manifiesta y para quien se le cruce.

Para aprender un poco más, vamos a exponer a modo de guión unas cuantas verdades sobre la ira (gracias a PsychCentral).

Lo que necesitamos saber sobre la ira

  • Sentir ira es natural. Todos nos enfadamos a veces, ¿o no?
  • Como hemos dicho, puede sernos muy útil en determinadas ocasiones, porque “nos alerta” sobre esas cosas que son importantes para nosotros.
  • La ira puede permanecer por más tiempo del que es útil. Entonces, ya no es nada buena, sino todo lo contrario.
  • El cuerpo nos avisa de su llegada (que es lo que ocurre con las emociones): dientes apretados, sonrojo, músculos tensos, etc.
  • Es posible estar enfadado y controlar el propio comportamiento. (Posible y recomendable.)
  • La venganza y las amenazas (consecuencias de la ira) rara vez ayudan a que nos sintamos bien con nosotros mismos.
  • La empatía (colocarse en el lugar de la otra persona) puede aplacar la ira.
  • A veces, contenerse y hacer un esfuerzo de comprensión (aunque no nos apetezca nada) puede abrir la puerta al diálogo que sirva para resolver diferencias.
  • Dejar que una situación se enfríe puede salvarnos de decir o hacer algo que más tarde lamentemos.

 

¿Y qué podemos hacer para que se enfríe la situación y podamos pensar con claridad? A ver si te sirve esto.

De la ira a la calma en tres pasos

Esta es una guía simple y práctica para manejar la ira: del rojo encendido de la indignación al verde calmado.

Tal cual, como un semáforo.

La ira no es un comportamiento, sino una emoción. Es decir, algo temporal e intenso que comienza con una respuesta física del organismo.

Te late el corazón a mil por hora. Haces respiraciones más cortas. Sientes calor en la cara. Te sube la temperatura en todo el cuerpo y sudas. ¿Estás enamorado? ¡No! Estás furioso.

En tu semáforo se enciende el rojo, que amenaza con estallar. ¿Cómo manejas la situación cuando tienes la adrenalina por las nubes?

homer furioso

Si te dejas llevar por la ira, quizás la emprendas a golpes, a insultos o digas cosas de las que más tarde te arrepientas.

Pero tampoco puedes reprimirla, tragándotela como una bolita, para que esa hostilidad siga creciendo dentro de ti.

La solución es canalizar adecuadamente ese malestar. Y aquí nos explica Marian Dwyer cómo se hace eso (a grandes rasgos).

Fase 1 (ROJO)

Ardes de cólera. Reconócelo y observa la respuesta de tu cuerpo, que puede asemejarse a la que hemos descrito arriba.

Fase 2 (ÁMBAR)

Necesitas darte tiempo para respirar con calma, para pensar y decidir qué hacer.

Quizás sea buena idea aislarte durante esos minutos o recurrir a otras técnicas efectivas para ti (como las que hay debajo, por ejemplo).

Fase 3 (VERDE)

Ahora toca liberar ese malestar abordando el problema, comunicándolo. Toca escuchar a la otra persona y expresar tu punto de vista.

Guardar dentro la ira puede provocar quistes de resentimiento que pasan factura a largo plazo.

¿Es difícil? Tienes razón. Es más fácil dejarse llevar como un energúmeno que aprender a manejar la ira para que no nos haga daño a nosotros ni al resto.

Pero aquí apostamos por lo segundo.

Opciones clásicas para calmarte cuando la ira te invade

Aquí tienes algunas opciones para poner en práctica en esos momentos en los que te sientes a punto de perder el control.

Contar hasta 10

Casi todos conocemos esta técnica. Y, sí, funciona cuando se practica. Puede evitar bastantes explosiones de genio innecesarias.

Hacer algo relajante

Lo más popular: respirar muy lentamente.

Combinar esta sugerencia con la anterior, es decir, respirar muy despacio mientras que se cuenta hasta 10, aplaca también bastantes arrebatos.

Cambiar la manera de abordar el conflicto

Cuando comienza a hervirte la sangre en plena contienda verbal, tal vez intentas hacerle ver a la otra persona que algo que ha hecho no te ha sentado bien. Ejemplo: “Nunca quieres probar lo que yo cocino.”

Pues bien, mira la diferencia con: “Me siento triste y decepcionada porque no pruebas lo que yo cocino.”

Expresar los sentimientos propios, sin limitarse a las acusaciones, puede evitar que la otra persona también se enfade; cosa beneficiosa para ambos.

Recurrir a una actividad física

El subidón de adrenalina provocado por la ira puede canalizarse saliendo a caminar, nadando, haciendo pesas… o lo que se te ocurra.

A esos recursos se le pueden sumar otros. A cada quien le funcionarán los suyos.

Por ejemplo, yo suelo: desconectar mentalmente de la situación, salir de la escena rápidamente y/o, por supuesto, realizar alguna actividad física.

¿Qué haces tú con la ira?

Ten tu propio repertorio de medidas para canalizar el enfado sin darle rienda suelta a destruir lo que se te cruce.

manejar la ira

Aunque dar rienda suelta al impulso destructor no es el único error que podemos cometer cuando experimentamos ira.

Hay otros dos errores que también pueden ser dañinos: (1) Ignorar la ira y/o (2) Reemplazarla a la fuerza con pensamientos “felices”.

Junto a ellos, está la opción más saludable: aceptar la ira. Aceptar que estás cabreado y permitirte sentir la emoción te ayudará a entender mejor la situación y a elegir qué hacer al respecto.

Es normal que prefieras sentirte bien a sentirte mal. Cortan el agua justo cuando vas a ducharte y no es que te apetezca cabrearte. Simplemente, pasa.

Es natural enfadarse. La ira es una emoción congruente con la situación, que es desagradable.

¿Por qué negar que te afecta? Permitirte sentir esa molestia es necesario para aprender a manejarla.

Hay excepciones…

La ira no siempre es tan útil. Piensa, por ejemplo, en el resentimiento que queda después de, supuestamente, haber aclarado una ofensa. Permanece ahí, latente. Y, el día menos pensado, se da la situación que… ¡bum!… lo hace estallar.

Si se supone que ya se resolvió el asunto, ¿para qué sirve la ira?

En casos así, tampoco trae a cuenta ignorarla o anestesiarla. Es preferible aceptarla y admitir que hay un motivo que explica esa ira. Cosa que no es una excusa para que la amplifiques o te aferres a ella.

Una vez calmado, es el momento de preguntarte por ese motivo: ¿Qué amenaza, injusticia, pérdida… hay detrás de ella? ¿Qué puedes hacer al respecto?

Esa es la manera de encontrarle el lado útil a la ira: No ignorarla, no empujarla “dentro” hasta que desaparezca, no forzarla a que se transforme en otra cosa, sino ACEPTARLA.

Así puedes entender mejor la situación y utilizar esa energía poderosa en hacer los cambios que estimes convenientes.

Espero que te sirva.

Imágenes: ♥KatB Photography♥, Evil Erin, Thomas Hawk y Ninja M.

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