Esta entrada es una pequeña guía sobre cómo superar el miedo al fracaso. Tienes un buen puñado de ideas prácticas para que armes una estrategia a tu medida.
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No hay éxito sin fracaso
Piensa en cualquier objetivo importante que culmine en éxito.
Da igual el objetivo que se te ocurra. Lo más frecuente es que, en el camino hasta la meta, se hayan intercalado episodios de éxito y de fracaso.
Así vamos a entender el fracaso: como una parte del aprendizaje, como algo normal para todas las personas que hacen cosas.
¿Cuál es el problema, entonces? Que no nos gusta por el juicio que hagan de él los demás o nosotros mismos.
Fracasar puede ser doloroso.

Qué es el fracaso y por qué le tenemos miedo
Fracasar es fallar en un intento. Punto.
Esto debería ser intrascendente, pero no lo es. La sociedad nos enseña que el éxito es bonito y que el fracaso es feo.
Asociamos el fracaso con el dolor, el rechazo, la burla y otras desgracias. Así que, dentro de lo que cabe, es «normal» que le tengamos miedo.
Pero, ¿y si fuésemos capaces de cambiarlo?
Podemos romper esa asociación del fracaso con un destino horrible. Y, para eso, el primer paso es entender cómo se forma ese miedo.
Tenemos varias realidades a las que echar un vistazo.

La educación
¿Alguna vez te sentiste mal al no entender un concepto? ¿Al suspender un examen? ¿Al cometer errores en cuestiones básicas? ¿Al quedarte corto en un intento?
Seguramente. Tú y yo también.
Porque, por mucho que nos digan que el fracaso es una oportunidad de aprendizaje, desde la educación y desde la cultura en la que vivimos, no se nos felicita por aprender. Solo nos felicitan por los buenos resultados.
Cuando fallamos, ¿qué recibimos? Suspensos, regañinas, burlas y puertas cerradas.

Las experiencias pasadas
Como hemos dicho, el fracaso es una parte inevitable del aprendizaje. Todos tenemos experiencias de este tipo.
Pero algunas son especialmente amargas, ¿verdad?
Se me ocurre que podemos incluir en este apartado:
- las experiencias reiteradas de fracaso en un área en particular,
- los recuerdos de personas «amables» diciéndote: «No puedes.» «No sabes.» «No llegas.»,
- los fracasos que no viste venir,
- los momentos en que te esforzaste al máximo y aun así no lograste el resultado que querías,
- las situaciones en las que el fracaso tuvo consecuencias significativas en tu vida personal o profesional,
- los fracasos públicos que te hicieron sentir avergonzado o humillado,
- las ocasiones en que el fracaso afectó tu autoestima y la confianza en ti mismo,
- los fracasos que parecían confirmar tus peores temores o inseguridades,
- las experiencias de fracaso que te hicieron cuestionar tus habilidades o tu vocación,
- los momentos en que el fracaso te hizo sentir que habías decepcionado a otros o a ti mismo.
Todas esas son situaciones dolorosas. ¿A que no parece tan absurdo el miedo a fracasar?
Pues hay más.

La influencia de las redes sociales
En las redes sociales, el éxito es más visible que el fracaso. Hay una cara oculta que pocas veces se ve.
A menudo puedes tener la impresión de que todo el mundo está muy seguro de sí mismo, de que sabe de lo que está hablando, de que todo les sale bien.
Mira esas caras sonrientes, contándote lo fácil que es X cosa, lo mucho que ganan al mes o que toda la vida has estado usando mal ese objeto tan familiar.
Puede ser que te sientas peor contigo mismo, porque eres una persona normal.
Sí, de esas que a veces no sonríen, que se equivocan, que tienen rachas mejores que otras y que, de vez en cuando, fracasan.

Las relaciones superficiales
También podríamos incluir en este apartado a las personas que todos conocemos, que compiten por mantener una imagen de «éxito»: vecinos, familiares lejanos, conocidos que no aparecen cuando tienes un verdadero problema…
Todas esas personas se constituyen en causas del miedo al «qué dirán si me ven derrotado«.
No solo le temes al posible fracaso, con la pérdida de recursos que pueda suponer.
También le temes a la opinión de estos, que no dan un palo al agua, pero te lo darán a ti. O que son muy clementes con sus errores, pero no lo serán en tu caso.

La tiranía del perfeccionismo
Por si fuera poco, a veces eres tú mismo quien sube el nivel de autoexigencia por las nubes. Eres tu peor crítico, tu juez más implacable.
Cuando eres presa perfeccionismo:
- quieres hacer hacerlo todo bien a la primera,
- demoras el momento de empezar lo que quieres,
- demoras decisiones importantes,
- tus expectativas se elevan hasta la perfección…
Y, por supuesto, están presentes el miedo constante a fracasar y a cometer errores.
Tal vez, no estarías ejerciendo este autosabotaje y el fracaso te parecería menos traumático, si las consecuencias del fracaso fuesen el mero aprendizaje.
¿Y si haces que lo sean?
Porque la verdad sobre el fracaso ya la sabes: que es una experiencia inevitable y que el verdadero fracaso es quedarse sin hacer nada. Y, por tanto, sin aprender nada.
Mal negocio.
La razón de enfrentar el miedo al fracaso no está en evitarlo. Todo lo contrario. Si le pierdes el miedo, puede incluso que fracases más todavía.
Pero, ¿qué más da? Si ya no tendrás esa vocecita dentro, advirtiéndote de ese terrible riesgo que vas a correr, en caso de que te decidas a lanzarte hacia eso que quieres hacer.
Veamos cómo suena esa vocecita.

Frases que reflejan el miedo al fracaso
Estas son frases con las que la persona que tiene miedo al fracaso está muy familiarizada, desafortunadamente.
Valga una muestra.
No soy lo suficientemente bueno
Quizás te dices esto al tiempo de «No es el momento«, que es otra frase muy recurrente para evitar dar el paso.
Pero tú ya sabes que nadie es bueno al principio. O, según las personas perfeccionistas, tal vez nunca se pueda llegar a un nivel decente.
Así como también sabes que, si te aplicas y sigues practicando, vas a aprender y a mejorar en el proceso.

Si fracaso, será un desastre
No sé si es motivador o todo lo contrario, pero no. A casi nadie le importa si fracasas tú o si fracaso yo.
El mundo sigue girando aunque fracases. La gente sigue con sus vidas. Y tú tienes que decidir si superarlo o si quedarte inmóvil.
Los demás me verán como un perdedor
En serio, los demás no nos prestan tanta atención como creemos. Ellos también tienen sus propios miedos y retos que superar.
A no ser que ellos estén poniendo el pan sobre tu mesa, da igual si piensan que eres un perdedor. Dentro de un ratillo estarán criticando a otro.

Si otros lo lograron, yo también debería hacerlo
Esta presión es innecesaria. Es cierto que anima saber que, si otras personas pueden hacerlo, el objetivo parece más alcanzable.
Pero no hay garantías, porque tú no conoces las circunstancias que rodearon su éxito. Y tampoco conoces a las personas quien, habiendo hecho el mismo intento, se quedaron sin triunfar.
Es importante tener en cuenta el sesgo del superviviente. Como hemos dicho, el éxito es más visible que el fracaso.

¿Qué pasa si sigues dejándote dominar por este miedo?
Las consecuencias del miedo al fracaso no son agradables. Repasemos tres, muy visibles.
1. No aprendes.
Porque evitas situaciones nuevas. Es decir, las situaciones incómodas, que es donde se producen los aprendizajes.
2. Te quedas en tu zona de confort.
Donde permaneces cómodo, hasta que una circunstancia imprevista te saque de ahí por la fuerza.
La complacencia es un mal lugar donde instalarse.
3. Tu confianza se erosiona.
Cuando te privas de hacer cosas que en el fondo te apetecen, por miedo a salir trasquilado, tu baja autoestima toca fondo.
Y te privas de construir confianza en ti mismo de la única manera en la que es posible construir una confianza auténtica: haciendo cosas y resolviendo problemas.

Adopta una mentalidad de crecimiento
Antes de apuntar ideas concretas que sirven para vencer el miedo al fracaso, hay que hacer hincapié en una actitud fundamental a la hora de emprender tus retos: adopta una mentalidad de crecimiento.
¿Qué quiere decir esto? Que cambies de enfoque. Esa va a ser la base sobre la cual intentar lo demás.
En lugar de centrarte en evitar el fracaso, pon tu atención en lo que quieres aprender, hacer o conseguir. Trata de que eso esté en primer plano.
Por supuesto, no vas a ignorar la posibilidad de no alcanzar tu objetivo. Vas a contemplarlo, tal vez creando un plan B, por si el plan A no funciona.
Pero el primer foco de atención en tu plan ha de ser: qué quieres lograr, cómo lo vas a hacer y cómo vas a sortear los obstáculos previsibles que salgan al paso.
Sé un optimista que cuenta con las dificultades.
Y ya que hemos visto por qué el miedo al fracaso nos afecta tanto, pasemos a la parte práctica: ¿cómo superarlo?

Estrategias para superar el miedo al fracaso
Llegamos al plato fuerte. Cualquiera de estas propuestas te habla de cómo vencer el miedo que nos ha traído hasta aquí.
Tienes un montón. Usa las mejores en tu caso.
1. Revisa tus fracasos para aprender de ellos
Cuando cometas un error, analiza la experiencia. Pregunta qué te hizo fracasar, cómo podrías haberlo hecho mejor y qué harás la próxima vez en una situación similar.
Mira cada error como un tropezón, porque lo es. Pero también es un paso adelante, por la oportunidad para aprender que te da. Úsala.

2. Observa tu pensamiento
Puede ser que hayas interiorizado tanto tu miedo al fracaso, que ciertos pensamientos emerjan como si fuera la cosa más probable.
Ante un reto que sientes que te sobrepasa, un pensamiento sombrío se cruza por tu mente, casi en automático:
— Voy a fracasar.
Y, sí. Puede ser cierto. Puedes fracasar. No te voy a vender la burra de que vas a alcanzar el éxito solo por evitar los pensamientos negativos.
Se trata de que tú extraigas valor del fracaso, en lugar de dejar que el fracaso, los demás o tu propia opinión te resten ese valor a ti.
Si puedes, intenta cazar esos pensamientos agoreros y cuéntate la verdad. ¿Cuál es la verdad?
— Voy a aprender algo.
Si algo es importante para ti, por supuesto que vas a aprender. Salga bien o salga mal tu intento.
Y, otra cosa importante a recordar: no te quedarás en la cabeza con una sensación que puede doler más que la del fracaso: el arrepentimiento de no haberlo intentado.

3. Cambia tu monólogo interno
Las palabras que dices son más fáciles de cazar que los pensamientos. Salen de ti. Eres testigo de que acabas de hacer un pronóstico calamitoso. Uno como este:
— No puedo hacerlo.
Existen muchas variantes. Pero ya sabes a lo que me refiero: a la costumbre de hablarte como si fueras tu enemigo.
Y no. Tampoco te voy a decir que creas a pies juntillas en tus capacidades y habilidades. Porque, si al fin te lanzas a tu objetivo, tendrás que trabajar en ellas y elevarlas cuanto puedas.
Es más, puede ser que tengas razón. Aún no puedes, no sabes, no tienes, no llegas…
Pero la palabra más importante de esta letanía no es: «NO«. La palabra más importante es «AÚN«.
Así quedaría la frase de arriba:
— No puedo hacerlo aún.
Y déjame decirte que es igual para todos. Pocas personas parten de camino al éxito con las ideas claras, unas cualidades sobresalientes y unas circunstancias privilegiadas.
Casi todo el mundo hace lo que puede, con lo que sabe y con lo que tiene, y va sumando desde ahí.
¡Ah! Pero hay una cosa que sí puedes: ponerte de tu lado para animarte y para levantarte, si llegas a caer. Ser tu aliado.
Porque el bando de las personas que te invitan a dudar de ti mismo y de tu capacidad para enfrentar lo que se presente, suele estar superpoblado. No pintas nada en él.

4. Vigila tus expectativas
Asegúrate de que tus metas sean realistas y adaptadas a tu nivel actual.
Es importante mantener un equilibrio entre tu ambición personal y la realidad para evitar frustraciones innecesarias.
Considera los siguientes puntos:
- Evalúa honestamente tus habilidades y recursos actuales.
- Establece objetivos a corto, mediano y largo plazo.
- Divide tus metas grandes en pasos más pequeños y manejables.
- Sé flexible y ajusta tus expectativas según las circunstancias que se presenten.
- Celebra los pequeños logros en el camino hacia tu objetivo grande.
- No te compares constantemente con los demás; cada persona tiene su propio ritmo y a cada cual le rodean circunstancias diferentes.
- Busca el apoyo de amigos, familiares o mentores para mantener una perspectiva realista.
- Aprende de las pequeñas decepciones que experimentes por el camino; utilízalas como oportunidades para crecer.
- Mantén una actitud positiva, pero realista, sobre tus posibilidades de éxito.
- Revisa y actualiza regularmente tus metas para asegurarte de que siguen siendo relevantes y alcanzables.

5. Imagina el camino antes de recorrerlo
No solo imagines el éxito final, sino también todo el recorrido para llegar ahí. Identifica los obstáculos (que puedas) y visualiza cómo los superarás.
Esta práctica te ayudará a estar mejor preparado para enfrentar los desafíos que se presenten en el camino.
Dale buen uso a tu imaginación. Mírate a ti mismo enfrentando dificultades y buscando la manera de superarlas.
Con este ejercicio puedes:
- Identificar los recursos que vas a necesitar: herramientas, habilidades, apoyos adicionales.
- Dividir el objetivo general en metas más pequeñas. Cosa que te ayudará a mantener la motivación y a medir el progreso que vayas haciendo.
- Practicar la resiliencia. Imagina cómo afrontarás los reveses y cómo te recuperarás de ellos. Porque a todo el mundo le gusta imaginarse levantando el trofeo, pero pocos se fortalecen imaginando cómo atraviesan los episodios más desagradables.
- Aumentar la confianza en ti mismo. Al visualizarte superando obstáculos, refuerzas la convicción de que puedes manejar las dificultades con solvencia.
- Mejorar la toma de decisiones: Anticipar diferentes escenarios te permitirá tomar decisiones más informadas y estratégicas.
- Mantener el enfoque: Una visión clara del proceso te ayudará a mantenerte concentrado en lo que es verdaderamente importante para alcanzar tu objetivo.
Eso sí. Ten en cuenta que la visualización, pese a ser una herramienta muy útil, tiene sus limitaciones.
No podemos saber el futuro, por lo que has de aceptar cierto grado de incertidumbre. Tal vez encuentres obstáculos con los que no contabas o ventajas, que te allanen el camino.
Y también ten en cuenta que el verdadero progreso lo da la acción enfocada, los pasos que vayas sumando.
Lo digo porque, al imaginarte el panorama, puedes caer en una falsa sensación de progreso. Piensas que estás haciendo algo, que ya has roto el hielo. Pero no.
La aventura comienza cuando te lanzas.

6. Planifica antes de pasar a la acción
Este ejercicio es imprescindible. Y es buena idea hacerlo a continuación de haberte imaginado cómo es el camino que has de recorrer y qué vas a necesitar para ello.
Divide tus objetivos en pasos pequeños y alcanzables. Puedes usar la metodología SMART. O, en cualquier caso, estudia el panorama para establecer metas realistas.
Y, si el plan no funciona, ve ajustándolo por el camino.

7. Enfócate en lo que puedes controlar
¿Qué está bajo tu control? Muchas cosas.
Por ejemplo, en mayor o menor grado, puedes:
- cuidar de tu salud: tus hábitos diarios, tus rutinas,
- esmerarte en la gestión de tu tiempo y tu energía,
- hacerte cargo de tus decisiones y responsabilidades,
- fortalecerte mentalmente para asumir las dificultades que encuentres,
- decidir ser flexible ante el cambio,
- trabajar en tus habilidades (o en sumar más recursos que requieras para tu objetivo),
- esforzarte y hacer el «trabajo» que te toque lo mejor posible,
- relacionarte con personas que estén de tu lado,
- ponerte de tu lado y hablarte como a un amigo,
- decidir cómo te comunicas con los demás,
- consumir información que te aporte algo útil,
- ser agradecido: contigo, con quien te ayude, con lo bueno que se cruce.
Enfocarte en lo que tú puedes controlar NO te garantiza el éxito, pero lo hace más probable.
Si luchas por un objetivo importante, las circunstancias que no están en tu mano y las decisiones de otras personas juegan un papel insustituible.
Los demás son quienes te ayudan a tener éxito, porque quieren. O ellos son los que te hunden y se aprovechan de ti, si les da la gana. Pero eso no lo puedes controlar.
Concéntrate en hacer tu parte lo mejor que puedas, que ya es mucho.

8. Usa buenas referencias
Aprende de las personas que se recuperan del fracaso. Hay ejemplos por todas partes: entre tus amigos, familiares y conocidos.
También hay ejemplos inspiradores de celebridades que remontan. Pero no hay que irse tan lejos. Cerca de ti hay gente que consigue levantar cabeza.
Quizás lo hayan logrado porque sean más resistentes, porque hayan contado con la ayuda de otros o porque se crucen con una nueva oportunidad y se embarquen en ella.
El caso es que remontan. Y que son un buen ejemplo.
Hay que quitarse el sombrero por la maestría con la que reconectan con sus objetivos vitales y aprovechan lo que han aprendido del proyecto que se fue al garete para encontrar un nuevo camino.
Es gente que, aunque se duela de las pérdidas (como hacemos todos), con el tiempo consigue dejar atrás el pasado y mirar hacia delante, para seguir construyendo.
Cuando fracasaron no lo perdieron todo. Conservaron latentes sus ganas de vivir, sus habilidades, sus capacidades.
Y, cuando se recuperaron, decidieron que los mejores años de su vida no fueron esos que quedaron atrás, sino el momento en que consiguieron ponerse en pie para continuar andando.

9. Rodéate de personas que hacen cosas
La gente que más critica los fallos de otros son los que menos hacen. Bueno, también están los amargados que alivian su malestar amargando al resto, si no es que son el mismo grupo.
La gente que hace cosas sabe lo que es fracasar y sabe el mérito que tiene atreverse, esforzarse y, a veces, no tener los resultados deseados.
Relaciónate con más «personas que hacen» y menos con las que «miran lo que hacen» otros.

10. No caigas en el sesgo del superviviente
Recuerda que hay muchas más formas de fracasar que de triunfar.
Por ejemplo, no existe una única manera de hacer un buen café. Puedo tener éxito en mi cometido de muy diversas formas.
Podría elegir variedades de café de distintas partes del mundo, con un tueste u otro. Utilizaría una cafetera italiana, una moderna o a saber. Ahí también tengo mucho donde elegir.
Y, a la hora de servirlo: con leche, frío, caliente… y docenas de variedades más.
Pero, por muchas formas que existen para tener éxito haciendo un buen café, hay muchísimas más para hacerlo mal. En cualquier punto del proceso, se puede estropear la cosa.
Recuérdalo, cuando alguien te diga que es muy fácil hacer un café excelente solo porque él/ella lo haya hecho. En especial, si quiere venderte una única manera de hacerlo.
Vas a ver a cantidad de personas hablándote del café delicioso que preparan. Pero no vas a ver a los pobrecitos que confundieron el café con boñiga de cabra ni a los que colaron el café con un calcetín y les quedó horrendo.
Esos están ahí, disimulando… y aprendiendo a hacer un café en condiciones.
Y eso mismito es lo que tenemos que hacer nosotros: después de hacer un café vomitivo, estudiar qué pudo fallar y volver a intentarlo.
Los del café exitoso nos pueden dar pistas. Pero no nos dan el camino hecho. Necesitamos aprender a hacer un buen café a nuestro gusto. Tú el tuyo y yo, el mío.

Un momento. ¿Estamos hablando de éxito o de café?
¡Ay, no! ¡Estamos hablando de fracaso!
11. Fracasa adrede
¿Cuál es la idea? Llevar a cabo tareas que NO se te dan bien. Y que sirva esto de ejercicio para fracasar adrede «a pequeña escala».
Emprende tareas en las que lo más probable sea que fracases. En mi caso, me basta con meterme en la cocina para encontrar bastantes de estas.
¿Para qué? Para aprender a ver el fracaso de otra manera. Cuando te expones al fracaso:
- Te das cuenta de que te estás atreviendo a realizar tareas incómodas para ti… ¡y no pasa nada! Al contrario, sales de la enclaustrante «zona de confort».
- Te acostumbras a salir de esa zona, una y otra vez, lo que te va desensibilizando para afrontar, además de esas, otras situaciones incómodas.
- Es más fácil ir desligando el fracaso de tu persona: Lo que intentaste salió mal. Y significa simplemente eso: que salió mal. No quiere decir que TÚ, como persona, seas un desastre.
¿Cuesta? Sí, cuesta. Pero las pequeñas vergüenzas que pasas te van haciendo más resistente.
Si yo me pongo a cocinar una cena para cinco personas, lo más probable es que el resultado sea poco apetecible. (Puede que no. Si no lo intento, no lo sabré.)
Lo que sé es que, si después me piden que cuente un chiste en la reunión, me va a ser fácil. ¿Qué es contar un chiste al lado de toda la tensión que pasé cocinando?
Y esto, seguramente, te habrá pasado a ti: después de afrontar una situación difícil, ¿a que no suena tan atemorizante enfrentarte a una más sencilla o similar?
Moraleja: No hagas solo aquello que se te da bien. Prueba con lo que no dominas y atrévete a hacerlo mal.
Esos pequeños fracasos te harán más resistente para vencer el miedo en otras ocasiones.

12. Ríete de tus meteduras de pata
Si cometes una equivocación y te la puedes tomar con sentido del humor, hazlo.
Tampoco hace falta que te pongas verde. Hay errores que son simpáticos y divertidos. O, tal vez, una simple anécdota, que nadie recordará la semana que viene.
¿O es que nos tenemos que tomar a fuerza cada error como una experiencia humillante?
Te lo dejo de sugerencia. El miedo al fracaso y el miedo a hacer el ridículo parecen de la misma familia.

13. Calma tu mente con el mindfulness
Mantener una mente relajada ayuda a ver los fracasos desde una perspectiva más objetiva, sin dejarte llevar por la tormenta de malestar.
Y tú dirás:
— Ya está bien. No quiero otra tarea más que hacer.
Este del mindfulness es un entrenamiento que puedes integrar en lo que haces a diario para poner un poquito de calma.
Te vendrá bien para no tomarte el fracaso a la tremenda y también para manejar otras cuestiones estresantes que surjan.
En cualquier caso, ahí queda esta idea junto con las demás.
Y ahora que tienes estas herramientas, lo importante es aplicarlas. Experimenta con ellas hasta encontrar las que mejor funcionan en tu caso.

Conclusión
Si quieres aprender, vas a fracasar en algún momento. Es inevitable.
¿Cómo superar el miedo que te da? Fracasando más. Empieza con pequeñas cosas que quieres hacer y que te cuestan trabajo.
Solo así podrás ver el fracaso como una oportunidad para aprender esa cosita que antes no sabías.
Efectivamente. Este es un aprendizaje práctico.
Del mismo modo que no puedes aprender a bailar leyendo un tutorial, no puedes (ni puedo) superar el miedo al fracaso o tener éxito, si no es haciendo cosas.
¿Te convence alguna de estas ideas? ¿Qué pequeña cosita arriesgada tienes pensado hacer hoy?
Ya estás listo para armar una estrategia a medida. ¡Al ataque!