Errores y fracasos son experiencias que nos lo hacen pasar mal justo en el momento en el que se producen. No obstante, son experiencias muy valiosas que se pueden aprovechar para seguir avanzando.
Si no las utilizamos para aprender, estaríamos convirtiendo el error o el fracaso en algo peor.
A menudo, lo que diferencia a alguien que tiene éxito en un propósito determinado de alguien que no lo tiene no es la buena suerte o el talento, sino la habilidad para sacar partido a los errores y fracasos.
Así es que, dando por hecho que en nuestro camino por la vida daremos más de un paso en falso, que tropezaremos y nos caeremos más de una vez, vamos a ver cómo levantarnos y seguir adelante.
Aprender del fracaso
Todos fracasamos alguna vez. Nos caemos y nos duele la magulladura.
Nuestra autoconfianza se ve erosionada, surgiendo ese sentimiento de inseguridad, que nos hace volver al sendero con un paso tembloroso, intentando evitar una nueva caída.
Pero al volverlo a intentar no comenzamos desde cero, porque la experiencia de fracaso hace que abramos los ojos y que podamos responder interrogantes como los que siguen:
¿Qué puedo aprender de esto?
Analizar en frío las causas del fracaso es más útil que perder el tiempo en repartir culpas a diestro y siniestro.
Y de ahí nacen más preguntas…
- ¿Qué podría haber hecho de un modo distinto?
- ¿Hay algo que puedo mejorar?
- ¿Cómo lo puedo aprender?
- ¿Qué voy a hacer justo ahora?
Ésa es la manera de sacarle partido a un fracaso.
Los fracasos, bien aprovechados, conducen al éxito. Esto lo saben incluso grandes celebridades, que tuvieron la oportunidad de fracasar una y otra vez.
Un ejemplo que a mí me inspira siempre es el de Thomas Edison, que no paró hasta que la bombilla quedó lista.
Algún gracioso le recordó la enorme cantidad de veces que se había equivocado (y que están documentadas), y él contestó:
Esa sabia frase lo resume todo, ¿no crees?
Imagen de Rego – d4u.hu