Meta NO conseguida. Cómo hacer que no duela.

Las metas (u objetivos) le dan un sabor especial a los días. Es gratificante ver que, poco a poco, vamos sumando logros o hacemos progresos en lo que nos importa.

El tema de hoy es menos gratificante, incluso para escribir sobre él. Dónde va a parar… Es más agradable animar a alguien para empezar con sus proyectos pendientes, que para afrontar lo que viene ahora: el fracaso.

Meta no conseguida. ¡Oh, no!

En un primer momento, el fracaso debilita horrores. Especialmente:

  • cuando has invertido bastante en el objetivo,
  • has fallado por algo que estuvo en tu mano
  • y tu fracaso va a tener trascendencia.

meta no conseguida

Todos los fracasos no son iguales.

  • Si fracasas al inicio, sienta mal. Pero sienta peor fracasar después de haber recorrido un buen trecho.
  • Si fracasas por circunstancias incontrolables, duele. Pero duele más cuando analizas lo ocurrido y descubres que el mayor responsable de lo ocurrido fuiste tú.
  • Si el impacto del fracaso solo lo sufres tú, también duele. Pero es peor cuando hay más gente afectada o que va a hacerse eco de lo que ha ocurrido.

Imaginémonos el peor de los fracasos, entonces. Uno que duela lo bastante como para hacerse la pregunta: ¿Continúo con la meta hasta el fin o abandono? Y que las dos cosas parezcan terribles.

Elijas lo que elijas, dolerá

Echándole lógica al asunto, la decisión no es difícil.

  • Si la meta aún tiene sentido y vale la pena seguir con ella, el fracaso es solo un episodio. Un episodio del que has aprendido algo nuevo, que te va a ser útil.
  • Y, si la meta ya no es importante, el fracaso anticipa el momento en el que puedes comenzar a estudiar otras opciones más interesantes. También es beneficioso.

Lo que pasa es que en un primer momento, el dolor tiene el protagonismo. Esos beneficios no saltan a la vista.

Es natural que sea así.

  • La decisión de seguir adelante con una meta fallida duele más que la de comenzar de cero. (Porque cuando empiezas de cero aún no has invertido nada.)
  • Por su parte, la decisión de abandonarla también es dolorosa, por lo que invertiste en la meta. Y porque, además, tendrás que darte explicaciones sobre porqué la dejas, a ti o a más gente.

Deja que el dolor se aplaque para poder reflexionar

Dependiendo de lo apoteósico que haya sido el fracaso, la decisión será incómoda o dolorosa con ganas. Pero vas a estar en condiciones de reflexionar en cuanto la emoción vaya aplacándose un poquito.

Mientras tanto, no tomes decisiones definitivas. Cuando la emoción es la protagonista, arrastra al pensamiento de su lado y no le deja lugar a la lógica.

Deja que vaya despejándose el panorama (como si fuera una borrasca) y, poco a poco, vas a tener más claro lo que te conviene. Lo cual no significa, necesariamente, que deje de doler.

Puede que duela. Pero, aun así, podrás reflexionar y podrás actuar.

  • Si decides continuar o volverlo a intentar, transformarás la meta no conseguida en un episodio que te sirvió para aprender esa cosa (la que fuera) que no sabías y que va a ser parte de tu éxito. Cuando lo estés celebrando, olvidarás dolor de hoy.
  • Y, si decides fijarte en nuevos horizontes, igual. Quizás te cueste volver a poner a tono tu confianza y tu productividad. Pero, en tanto que has elegido bien, será cuestión de tiempo. Volverás a ir sumando logros.

Conclusión: Una meta no conseguida duele, sí. Pero el dolor no dura para siempre. En cuanto amaine, podrás tomar una decisión para avanzar, en esa o en otras metas.

Relacionado: Cómo resurgir del fracaso.


Categoría: