Hay determinadas acciones que repetimos día tras día, año tras año, y, casi sin darlos cuenta, vamos ganando una pericia considerable en ellas. ¿En qué destacas tú?
Dicen que la práctica hace al maestro. Malcolm Gladwell fue más allá, estimando que 10.000 horas de práctica (deliberada) son suficientes para convertirse en un experto. Pensemos en la practica musical, deportiva y en otras habilidades complejas.
En realidad, no podemos ser tan precisos en esa cuestión. Siempre habrá variaciones, dependiendo de nuestras características personales, de la habilidad que practiquemos y de otros factores.
Un estudio de la Universidad de Princeton nos baja de la nube demostrando que la maestría no la da únicamente la práctica. Ésta influye favorablemente, pero no es tan decisiva como nos decía Gladwell.
Aun así, admitiendo que la práctica no lo es todo, cada uno de nosotros es testigo en su propia vida de que, gracias a ella, ha avanzado bastante en determinadas actividades.
Seguramente avanzamos más en ésas para las que contamos, digámoslo así, con una predisposición o talento innatos.
En otras, si bien no alcanzamos la maestría, nos podemos hacer más que competentes con la práctica. Y, desde mi punto de vista, ésta es razón suficiente para seguir con esas actividades.

Quizás, haya una persona por ahí con una gracia natural para hacer la tortilla de patatas. De nada le sirve si no rompe el primer huevo y empieza a hacer tortillas.
Otros, pueden tener un olfato especial para los negocios; un don para relacionarse con los demás; oído absoluto (para la música) o cualquier otro maravilloso potencial. Y, pese a ello, necesitan practicar.
Progresarán más deprisa que quienes, como yo, hacemos actividades de ese tipo sin contar con talento de sobra. No importa. La maestría que logren no quita que nosotros podamos alcanzar un nivel aceptable en esas habilidades.
No necesitas haber nacido para eso
A lo largo del día, cada uno de nosotros practica en diversas áreas. No sólo hacemos o aprendemos aquello para lo que estamos mejor dotados. Menos mal que es así.
Mantenemos conversaciones con otros, limpiamos, decoramos, cocinamos, conducimos, corremos, reparamos cosas…
No tenemos un don natural para todas y cada una de las cosas que hacemos. Pero sí avanzamos a medida que practicamos. Y qué alegría da eso.
Muchas de las habilidades que vamos adquiriendo nos enriquecen.
Unas, las disfrutamos. Otras, nos ayudan a ganarnos la vida. Otras, nos hacen más independientes. Otras, nos sirven de base para adquirir nuevas habilidades…
¿Qué es lo que tú estás practicando?
Observa tu vida. ¿A qué dedicas el tiempo? ¿Qué se te da mejor? ¿En qué eres competente? ¿En qué te gustaría serlo?
Mira qué habilidades estás practicando.
Alégrate por todas ésas que te enriquecen. Y, por qué no, decide explorar otras nuevas. Es poco probable que te arrepientas de lo que aprendas.
Hay personas que alcanzan una soltura abrumadora criticando a otros, jugando a los marcianitos o viendo la tele (que, como habilidad, no creo que cuente).
Elige tú qué quieres practicar y sigue adelante. Haz tu propio repertorio de habilidades, aunque no seas un maestro en todas ellas. Vale la pena.