Vamos a hablar de las etiquetas que te pones a ti mismo.
- De etiquetas que crees que se corresponden con la realidad y puede que no estén tan acertadas.
- De etiquetas que crees definitivas y no se pueden cambiar.
- Y de cómo cambiarlas y pensar de ti de un modo distinto.
¿Qué etiquetas te pones a ti mismo?
Nos fijaremos en las etiquetas que perpetúan miedos y dudas. ¿Puedes hacer algo para liberarte de ellas? Sí. Y aquí tienes una propuesta.
Las dudas y los miedos suelen desviarte muchas veces de tus objetivos. Unas veces eres capaz de superarlos y, otras, no.
Dudas de que puedas conseguir lo que quieres y te apoyas en razones como, por ejemplo:
Soy torpe.
Soy poco atractivo.
Es que soy poco interesante... Etc.
Está bien. Pero, una pregunta:
Si dudas que puedas alcanzar tu objetivo (por esas razones), ¿por qué no dudas también de todas esas etiquetas que te has puesto?
¿Cómo estás tan seguro de todas ellas? ¿Son certezas inamovibles?
Ya que dudas, duda también de las etiquetas
Si te atrevieras a cuestionarlas, quizás verías que no son tan ciertas como crees. Puesto a dudar, no des por sentado todo lo que piensas sobre ti mismo.
¿Y si lo que piensas que puedes hacer es mucho menos que lo que realmente eres capaz de hacer? Podría ser, ¿no?
Yo he podido ver esto muchas veces. Trabajé con personas con discapacidad que vivieron convencidas durante años de que no podían, de que no valían, de que no llegarían…
Bastantes de estas personas decidieron hacer la etiqueta a un lado: feo, tonto, incapaz…
¿Qué pasó? Que comprobaron que podían hacer más de lo que sugería la etiqueta.
Lo triste de la historia es que aquellos que no quisieron cuestionar las etiquetas siguieron viviendo conforme a ellas.
Según te ves a ti mismo, así actúas.
Pero, ¿cómo puedes verte a ti mismo de otra manera? ¿Cómo verte capaz, listo, rápido, activo… si hasta hoy has estado convencido de lo contrario?
Tira las etiquetas y cuestiona lo que piensas sobre ti mismo. Esa es la propuesta.
Porque, si bien es cierto que actúas según te ves a ti mismo, lo contrario también se cumple: según actúas, así te ves.
Cambia lo que piensas sobre ti actuando diferente
Tu forma de actuar suele ir de acuerdo con la manera en la que te ves a ti mismo, como hemos dicho.
¿Y al revés? ¿Lo que haces influye en lo que piensas sobre ti? Verás que esto también se cumple.
Supongamos que quieres hacer un cambio y se te resiste. Adquirir o deshacerte de un hábito, por ejemplo.
Te sientes mal. Y, a la hora de darte una respuesta que explique tu fracaso, llegas a la conclusión de que has fallado porque te faltaba talento, un buen plan, fuerza de voluntad… o lo que fuera.
Sí, podría ser que faltara algún ingrediente de esos. Pero también cabe la posibilidad de que exista una explicación distinta:
¿Y si el problema está en la manera en la que piensas sobre ti mismo?
Sal de ti. Mírate desde lejos.
➜ ¿Cómo ves a esa persona?
Tú tienes una opinión sobre la gente que conoces. Construyes la imagen de una persona basándote en lo que has visto, en lo que has escuchado, en lo que has leído sobre ella, etc.
Has recopilado una serie de datos y has decidido qué significan dichos datos.
Así armas el puzle. Rápidamente, decides si una persona es simpática o antipática; si es generosa o tacaña; si es exitosa o una fracasada.
Construyes una imagen basándote en esas observaciones, que pueden (o no) ser correctas. Y esas primeras impresiones son difíciles de cambiar.
Al cerebro no le gusta que cada día le rompan los esquemas. Prefiere la consistencia y la congruencia.
Eso implica que, si tu primera impresión sobre una persona es buena, lo que haga después esta persona vas a interpretarlo de acuerdo con la imagen que tienes de ella.
– ¿Te olvidaste de llamarme? No importa.
(Pensando por dentro: “Es tan responsable y trabaja tanto…”).
Si tu primera impresión es mala, ya te imaginas…
– ¿Te olvidaste de llamarme? No importa.
(Pensando por dentro: “Con lo desconsiderado que eres, no me extraña…”).
Quizás, la persona que tú has decidido que es “buena”, no es tan buena. Es un ser humano que hace trastadas, como todos.
Y la persona “mala”, tal vez no sea tan mala. Pero tú ya has decidido que lo es y difícilmente te convenzas de lo contrario.
➜ ¿Cómo te ve a ti la gente?
Eso no puedes saberlo a ciencia cierta (a menos que les preguntes a todos). Pero sí puedes imaginártelo. De hecho, lo haces.
Si tú, que eres una de esas personas que conoces, tienes una imagen muy negativa sobre ti mismo, crees la gente se construye esa misma imagen sobre ti.
Y, al creer que ellos piensan mal sobre ti, interpretas sus acciones hacia ti de acuerdo con esa imagen que crees que tienen.
- Si un conocido no te saluda por la calle, piensas: “¿Qué habré hecho mal?”
- Si te mira con desdén: “¿Qué hay de malo en mí?”
Lo que dicen o hacen los demás lo cuadras con la imagen que has construido de ti mismo. Pero, ¿y si ellos no piensan así?
Tú interpretas sus gestos como pruebas que confirman la imagen que has construido sobre ti. Y se trata de una interpretación libre. De una conclusión rápida, de esas a las que somos propensos los humanos.
➜ Acumulando pruebas y más pruebas
Imagínate cuántas acumulas. Día tras día vas confirmando y reconfirmando tu identidad, en base a lo que tú observas y al significado que le atribuyes.
Si la imagen que tienes de ti mismo es pésima, te sientes mal. Te preocupa que los otros te vean así. Piensas en cómo podrías arreglar esto o cambiar aquello para ser mejor persona.
Cuando te comparas con otros, más inseguro te sientes. Miras tu loco mundo interior, ese que te dice que eres un fraude o un fracaso. Y te sabe mal que lo descubran.
➜ Deja el miedo y pon los pies en la tierra
En realidad, la mayoría de nosotros no somos completamente buenos o completamente malos. No somos maravillosos o somos un desastre.
Tú, como el resto, has construido una imagen de ti. Has recogido una serie de observaciones sobre lo que has hecho (o lo que no has hecho) y has decidido lo que significan.
Ese conjunto lo has combinado con lo que crees que piensan los demás sobre ti. Y con el significado que le atribuyes a cada cosa que ellos dicen o hacen.
Al juntar esa barbaridad de observaciones y conjeturas, el resultado es esa imagen, esa identidad que has construido y que influye en cada cosa que haces.
Sí, sí. Todo lo que dices y haces, desde que te levantas hasta que te acuestas, va de acuerdo con esa imagen que has construido de ti mismo.
- Si piensas de ti que eres un fracaso, ¿qué determinación tendrás hoy para seguir trabajando por lo que quieres?
- Si piensas que eres una persona aburrida o que gustas poco, ¿qué ganas tendrás hoy de conectar con otros?
- O si piensas que no tienes nada que ofrecer, ¿intentarás ofrecer algo?
➜ Date pruebas de lo contrario
Atrévete a cuestionar lo que piensas sobre ti mismo, esa identidad que has construido.
Hazlo hoy. No te llevará mucho tiempo, aunque sí vas a experimentar resistencia. (A tu mente no le gusta que le rompan los esquemas.)
Decide qué pequeña acción te haría sentir contento contigo mismo y ponte con ella, aunque te cueste mucho.
Ejemplos:
- Si piensas que eres una persona distante y poco cariñosa (y eso te gusta poco), dale un abrazo “apretao” alguien o a ti mismo.
- ¿Crees que nadie quiere hablarte porque eres un muermo? Haz conversación con un compañero o vecino.
- Si piensas que eres un flojo redomado que no puede con su vida, haz algo activo esta tarde. ¿Un paseo enérgico por el parque, tal vez?
- Si piensas que no puedes vencer tu adicción a las gaseosas, cambia una de ellas por agua.
¿Qué tal, la idea? Ese pequeño acto de rebeldía será una prueba de que la imagen que has construido de ti mismo es eso: una imagen. Solo por esa prueba, el experimento es útil.
Y aquí es donde cambia tu imagen
¿Ves esa pequeñez? ¿Esa acción que es tan poca cosa? Poca, sí. Pero puede cambiar el modo en que piensas de ti mismo.
Si mañana y en los días que siguen, repites con esa acción o con alguna que vaya en la misma línea, notarás que tu identidad negativa se tambalea.
En el ejemplo del flojo… Ya no te ves tan flojo. Esta semana has salido tres veces al parque y le estás pillando el gusto. La transformación ha comenzado.
Construyes el hábito de moverte un poco por las tardes. Y a ese se le suman otras pequeñas decisiones que van en consonancia con él.
Poco a poco, se va diluyendo tu imagen de flojo y formándose la imagen de persona activa. Y, con el tiempo, esa nueva identidad se hará fuerte e influirá en las decisiones que tomes y en las cosas que hagas.
Te saldrán de manera natural. No tan forzadas como la prueba propuesta más arriba. Pero el cambio comienza por ese primer paso. ¿Te atreves con él?
Muchas veces funciona. Cambiando lo que haces, cambia la forma en la que te ves a ti mismo.