El fracaso no es plato de buen gusto. Por mucho que digamos que nos deja una lección útil y que nos hace más sabios para volver a la carga, a nadie le agrada cargar con los sentimientos de impotencia y frustración que genera el fracaso.
No nos apetece saborear la amargura. Y eso hace que, en ocasiones, dejemos pasar retos y oportunidades.
Prácticamente estamos convencidos de que vamos a estrellarnos.
A este miedo se le añade un elemento que puede ser decisivo: la repercusión social del fracaso.
La vergüenza de fracasar
Qué pensarán de ti…
Las experiencias que acompañan al fracaso no son únicamente la frustración, la decepción o ese disgusto indefinible que sientes.
Tienes esta también: La vergüenza de fracasar.
¿Te señalarán por tu gran fracaso o por tu interminable lista de fracasos?
Quédate tranquilo a ese respecto. Tú eres la persona más consciente de sus fracasos. A los demás les importa bastante menos que fracases. Eso, si se dan cuenta de que pasaste por esa experiencia.
Cuando tu proyecto salga adelante, la mayoría no va a ver todas esas veces en las que lo intentaste sin éxito. Quizás vean alguna. Pero, sobre todo, se quedarán con la última.
Esa última vez, que es la misma que tú has visto cuando ellos consiguieron lo que querían.
Viste cuando Pepe consiguió un puestazo de trabajo. Viste que Gloria, esa fumadora empedernida, dejó el vicio el uno de enero y se apuntó a un estilo de vida saludable. ¡Qué tía!
Tienen su mérito. Pero quizás no consiguieron lo suyo a la primera.
¿Lo sabes? ¿Te consta? Y, en el supuesto de que lo sepas, ¿te importarían mucho sus fracasos anteriores?
La mayoría de nosotros tenemos experiencias variadas de rechazos, de intentos fallidos y de malas decisiones que no han trascendido al exterior o que, si en un primer momento fueron sonadas, se olvidaron rápidamente.
Es natural. La gente pasa de nuestros fracasos. Somos tantos metiendo la pata, que es difícil y agotador estar al día de cada una de nuestras pifias y recordarlas. (Demasiado tienen con las suyas.)
Tú eres la persona que más está al tanto de los detalles de su trayectoria.
Puedes contar los fracasos que has tenido. (A mí me faltan dedos para contar los míos.) Eres la persona a quien más le han afectado… y le afectan.
Puede que alguno de esos fracasos fuera sonado. Hasta en el quinto pino se enteraron de que metiste la pata. Cosas que pasan. Pero no solo para ti. Nos pasan a la mayoría.
Nos hemos puesto rojos como tomates o hemos querido que se nos tragara la tierra. ¿Y qué ocurrió después? Sobrevivimos y el mundo siguió girando, como siempre.
Tenlo en cuenta
- Recuérdalo cuando estés a punto de tirar la toalla en un proyecto o actividad, porque no acabas de arrancar con buen pie.
- Recuérdalo cuando temas al rechazo de cierta persona.
- También, en esas etapas en las que sientes que avanzas poquísimo.
- Y cuando quieras ponerte a ti mismo la etiqueta de “fracasado” o de “perdedor”.
Ninguno de nosotros podría colocártela, al no conocer tus fracasos tan bien como tú.
Pero tú tampoco sabes si te mereces esa etiqueta más que cualquiera. No tienes la cuenta de los fracasos ajenos tan clara como la de los tuyos.
Has fracasado, sí. Seguramente fracases unas cuantas veces más. A la mayoría no les importará tanto como a ti. Y eso es una buena noticia, porque es una presión que te quitas de encima (si es que contabas con ella).
Publicado por primera vez el 7 de agosto de 2013. Imagen de left-hand y jurvetson