¿Te fijas mucho en lo que otros dicen o puedan pensar sobre ti? ¿Qué impacto tiene la opinión de los demás en las decisiones que tomas a diario?
Seguro que conoces a personas que se sabotean a sí mismas continuamente por miedo a lo que los demás puedan pensar.
- Se visten más a la moda y menos con lo que les gusta, para evitar que la gente haga burla.
- Compran coche, teléfono o cualquier trasto nuevo, para no desentonar o para impresionar al personal.
- Comen y beben lo que no les apetece, para no hacer un desaire a quien les invita.
- Se privan de expresar su punto de vista sobre un tema, para no ser tachados de locos.

Podemos llenar la página con ejemplos. El punto es que las opiniones de los demás influyen en lo que hacemos o dejamos de hacer. No sólo las opiniones, sino lo que pensamos que otro pueda opinar.
Eso tiene ventajas. Nos sentimos aceptados, parte del grupo. Y también tiene sus inconvenientes, que comienzan desde el momento en el que una persona renuncia a lo que es importante para ella por lo que se imagina que puedan pensar o decir otros, o por las críticas que le hacen a la cara.
- Otros, a quienes dentro de un tiempo no les volverá a ver el pelo.
- Otros, que viven igual de agobiados por lo que puedan decir de ellos.
- Otros, que critican porque no tienen nada mejor que hacer.
- Otros, que carecen de valor para luchar por lo que quieren y se dedican a derribar a quien lo hace.
- Y muchos otros.
Que nos inquietemos por lo que puedan pensar o decir personas que nos importan, tiene un pase. Lo que no tiene sentido es obrar según lo que puedan opinar desconocidos o personas con las que tenemos una relación superficial.
En la medida en la que sepamos ignorar las opiniones y las críticas negativas (reales o imaginarias) de esa gente que ni nos va ni nos viene, tanto mejor viviremos.
En realidad somos nosotros mismos quienes nos impedimos hacer lo que queremos al dar más importancia a lo que dicen o puedan decir “los otros” que a nuestro propio criterio.
Imagen de Miguel Pires da Rosa