Importa y mucho la opinión de los demás en ciertos ámbitos y en numerosas ocasiones.
Pensemos, por ejemplo, en el aspecto profesional, en el que estamos supeditados a la aceptación de otras personas para salir adelante y no queda más remedio que tratar de complacerlas.
Sin embargo, no es posible agradar a todo el mundo en cada cosa que hagamos a lo largo de nuestra vida. Más nos vale, entonces, que nos deshagamos de esa presión.
Veamos ideas para ello…
1. Prestar atención sin preocuparse
Es difícil esto, principalmente porque hay personas que son especialmente duras consigo mismas, sus peores críticos.
Imagina que alguien hace hincapié en algo nuestro que no le gusta, ya sea un error que hemos cometido o incluso algo trivial (como haber estrenado unos zapatos que le resultan horribles al «público«).
Después de que la persona molesta nos hace saber su opinión, nosotros podemos hacer algo al respecto o no.
Ahí quedaría y punto. Sin embargo, hay quien le da después muchas vueltas a la situación y termina auto-flagelándose innecesariamente.
2. Valorar de quién llega la opinión
Si la persona que opina no tiene el menor vínculo con nosotros, ¿qué importa lo que piense?
Vamos, que si me apetece bajar la basura y estoy en pijama, me importa un bledo que la vecina del tercero (toda peripuesta) me mire mal.
Si viniera a tirarla ella, me cuidaría de estar más arreglada, pero no es el caso.
3. Dejar de leer el pensamiento
Al igual que figura en el ejemplo anterior, hay opiniones que no se manifiestan verbalmente y somos nosotros los que, analizando la conducta del otro, le damos el sentido que creemos más conveniente. Procedemos a «leer el pensamiento» del otro.
Si hacemos caso al dicho: «Piensa mal y acertarás» nos equivocaremos más de una vez. Mi postura personal es: Cuando no se sepa qué pensar, mejor no pensar nada o pensar algo favorable.
Ejemplos:
Un conocido se cruza con nosotros por la calle, le saludamos y pasa como si no nos viera. Tenemos tres opciones:
a) Pensar que nos está despreciando por algún motivo.
b) Pensar que iría envuelto en sus cavilaciones y no se ha dado cuenta de que pasábamos al lado suyo.
c) No pensar nada y seguir a lo nuestro.
Un día, muy ilusionados, le hablamos a un amigo de nuestra experiencia y vemos en su cara que se aburre como una ostra:
a) Somos pesados, aburridos. Le estamos empezando a caer mal. Es un insensible, etc.
b) Está cansado. No ha tenido un buen día, etc.
c) Estamos tan exhaltados con lo nuestro que ni nos damos cuenta de qué cara pone.
En resumen, son tres estilos para interpretar el «feedback« de los demás cuando éste no lo expresen con palabras: desfavorable, favorable o neutro.
Tú eliges.
4) Conceder más valor a nuestro propio criterio
Uno mismo es quien mejor se conoce y quien sabe por qué hace las cosas y para qué o, al menos, debería ser así.
Uno mismo es el que está ahí cuando las cosas se tuercen, el que lucha a diario por mejorar, el que supera los obstáculos, el que trabaja por sus objetivos…
¿Cómo va a llegar alguien, sin darnos ningún motivo, a decir que no le gusta lo que hacemos? Si se trata de una opinión especializada, bueno va, pero no siempre será de este tipo.
Así por las buenas, sin molestarse en entender todas nuestras razones, nos llegarán opiniones bien o malintencionadas, de personas más o menos apegadas a nosotros.
En serio, ¿valen más esas opiniones que la nuestra?
5) No tenemos por qué ser tan populares
Hay personas que cualquier cosa que hagan cae en gracia a mucha gente y otras a las que les suele suceder lo contrario.
Sin embargo, las personas «populares» también tendrán críticos y detractores; del mismo modo que las «impopulares» harán sonar la flauta alguna vez y contarán con opiniones favorables.
Gracias a la maravillosa diversidad humana no tenemos por qué preocuparnos de esto.
Hagamos lo que hagamos, lograremos tanto abucheos como aplausos.
Para esto valga la metáfora, porque por mucho que trascienda aquello por lo que nos valoran, la mayoría de las veces no habrá ni aplausos ni abucheos; sólo recogeremos unas frases, algún gesto quizás… Poca cosa.
Sólo somos importantes para un grupo muy reducido de personas y es a este grupo al que tenemos que cuidar con más esmero.