«He metido la pata.»
Esa expresión (o cualquier otra similar) significa que la persona es consciente de su error y lo admite. He ahí la autocrítica.
Si después asume su responsabilidad, aprende del error y sigue adelante, estaría haciendo muy buen uso de esta capacidad.
¿A que la autocrítica es una cualidad muy positiva? Por supuesto. Con una excepción: cuando la autocrítica se hace grande y deforme, cual monstruo terrorífico.
Ejemplos de autocrítica monstruosa
«Me han despedido del trabajo. Si es que soy un pringao. Lo veía venir. Como no me gane la vida pidiendo en la puerta de la iglesia… Porque otra solución no veo con este curriculum penoso que tengo.»
«Todo acabó. Qué imbécil he sido en esta relación. ¿Y qué va a ser de mí? Estoy destinado a pasar toda la vida solo.»
Se nota la diferencia, ¿verdad?
La autocrítica despiadada suele estar asociada a una baja autoestima.
La persona no sólo es un juez implacable consigo misma; también actúa como verdugo flagelador.
Sólo es un mal hábito
Pero (y aquí es donde viene la buena noticia) ese hábito corrosivo se puede cambiar.
Detrás de la autocrítica dura no hay sólo palabras hirientes. La persona acude a todas esas frases desagradables sobre sí misma, porque en ese mismo momento hay detrás una emoción desagradable.
Trata de liberarse de esa emoción de la peor manera posible: haciendo un vertido tóxico sobre sí misma.
Una alternativa a lo anterior
Sería tal que así:
1. Atención a las palabras que se van a usar.
2. Atención a esas sensaciones que hay detrás y cómo éstas derivan en pensamientos destructivos.
3. Prescindir del papel de juez y adoptar el de un amigo, un hermano, alguien cercano. ¿Cómo se le hablaría a un ser querido en esta situación?
Al igual que otros aprendizajes, éste requiere de práctica y, en los casos más severos, de ayuda profesional.
La recompensa que espera al que decide dejar de ser ese juez implacable y ese verdugo torturador es muy grande: libertad, confianza y una mejora en las relaciones (consigo mismo y con los demás). ¿A que merece la pena?
Por último, un homenaje a la autocrítica sana, que se orienta a la corrección de errores, a la búsqueda de soluciones, a replantearse objetivos, al cambio… Nunca, a la autocondena.
Basado en: 3 Steps to Break the Self-Judgment Habit, de Elisha Goldstein.