¿Te has sentido alguna vez tan satisfecho con una situación como para echar el ancla y no moverte de ahí? ¿Para qué hacerlo, si ya estás a gusto y muy contento?
Yo aprendí tarde que la confusión o incluso el miedo son obstáculos menos temibles que la complacencia.
El miedo y las dudas paralizan. Pero, como son incómodos e indeseables, en algún momento sientes ganas de vencerlos; cosa que no pasa con la comodidad.
Todo va bien. Estoy feliz ahora mismo. A ver si sigue así…
La complacencia tiene sus riesgos
Celebrar y disfrutar las rachas favorables es una cosa. Instalarse en ellas esperando que nada cambie, es otra, muy peligrosa.
Peligrosa, porque, como estás tan cómodo en esa situación, no ves o no quieres ver el riesgo que corres.
- El riesgo de que se desmorone lo que has construido.
- El riesgo de perder oportunidades.
- O el riesgo de que la mala racha te pille desprevenido.
No es por ser pesimista. Del mismo modo que, tras atravesar una racha de problemas y sinsabores, un día sale el sol, es sensato pensar que a una etapa de relativa placidez pueden sucederla tiempos más difíciles.
No te acomodes
Si has conseguido avanzar en un proyecto, no pienses que el viento siempre soplará a favor. Sé previsor.
Si te va bien en el trabajo, no dejes de aprender y mejorar en lo que puedas.
Si has construido una relación estupenda con alguien, no des la relación por garantizada. Las relaciones han de seguir alimentándose para que se mantengan en buen estado.
Si estás bien de salud, sigue cuidándote.
Si tienes un éxito, de cualquier tipo, no te estanques en él. Sigue poniéndote metas.
La razón va más allá de ser previsor para cuando lleguen tiempos más flojos o peores (que pueden llegar). Es que, durante ese estado de complacencia, también pasan por delante de tus narices oportunidades para mejorar que no aprovechas.
Celebra las victorias, los golpes de suerte y las buenas rachas. Eso sí, aprovéchalos también para tomar impulso y seguir avanzando con los ojos bien abiertos… por lo que pueda pasar.
Como te digo, yo aprendí esto tarde. Me acomodé en situaciones «bonitas»; quise instalarme en la primavera y me pasó lo mismo que a la cigarra del cuento. El invierno llegó, por mucho que me resistí.
Espera. La historia no termina con lágrimas y lamentos, sino con una enseñanza muy útil: Todo cambia. Tenlo en cuenta.
Seguro que tú lo sabes de sobra. Pero estas cosillas conviene recordarlas a menudo, ¿no te parece?
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Otras entradas:
- Exceso de comodidad. Qué hacer para que no te debilite.
- Progresar no es cómodo.
- Encuentra oportunidades para usar lo que sabes.
Imagen de fd
yorki dice
A mi sucedio q cuando uno se acomoda demasiado y deja de ponerse metas cuando uno viene a despertar del letargo tienes mil circinstacias que reparar…yo dijo que hay que seguirse moviendo en todas las circunstacias…
Casandra - TBM dice
Concuerdo con lo de seguir moviéndose, despacito si se quiere. Lo de dormirse en los laureles es poco recomendable. Lo bueno es que lo hemos visto. 😉
Gracias por opinar, Yorki!!