Qué mal sabe perder objetos con valor sentimental.
Los objetos son sólo objetos, pero éstos son irreemplazables. No por lo que cuestan económicamente, sino porque están anclados en nuestra alma.
Aprovecho que estoy viviendo la experiencia para describir el sentimiento. Porque hoy mismo he perdido un anillo. Uno dorado, de metal corriente. Una baratija cualquiera.
No voy a contar su historia. Es tan humilde como el anillo mismo. Pero te sonará de algo si te digo que recuerdo muchas escenas de mi vida donde estuvo presente.
Hoy, que sé que no volveré a verlo de nuevo, siento como si parte de mis experiencias se fueran tras él.
¿Quién no ha perdido alguno de esos objetos especiales?
Con el tiempo, se asimila la pérdida. Pero el día mismo en que lo pierdes algo se remueve por dentro.
Puede ser rabia o culpa, por no haberlo cuidado bien; tristeza, añoranza… o una mezcla confusa de emociones. Nunca es lo mismo y el dolor que se siente es proporcional al valor sentimental del objeto.
En el caso del anillo, no es la pérdida que más me ha dolido, pero me siento triste, como se sentiría cualquier persona.
Pero sé, porque lo he vivido antes, que esa tristeza irá desvaneciéndose. Poco a poco separaré el anillo de las experiencias que viví con él.
Porque, por mucha relación que haya, las experiencias no son objetos. Los recuerdos perdurarán en mí y seguirán teniendo el mismo valor, aunque el anillo no esté.
Ufff…. Qué emotivo…
Ahora, voy a distraerme un poco para sobrellevar la tristeza. Como te digo, dentro de unos días habré superado el sofocón. Y, si tú estás en un momento parecido, verás que también te pasa. 😉
Imagen de Darwin Bell