¿Te cuesta decidirte? ¿Sueles tardar en elegir, porque quieres asegurarte de que la opción que escoges es la mejor posible?
En decisiones importantes, de ésas que te cambian la vida, es así. Dedicas tiempo a estudiar el panorama para tratar de acertar con la mejor de las que estén disponibles: qué vas a estudiar, dónde vas a vivir, quién quieres que sea tu pareja, etc.
¿Qué hay de las pequeñas decisiones? ¿Te esmeras del mismo modo en encontrar la más óptima de todas?
La presión de elegir lo mejor (en lo poco importante)
Éste suele ser un rasgo de las personas con tendencia al perfeccionismo. Tratan de asegurarse de que la opción elegida es la mejor de todas; la que más se merece su tiempo, su dinero u otros recursos.
En ocasiones, aciertan con la jugada cuando no ven el panorama claro y postergan la decisión. Pero, con más frecuencia, ésta suele ser una estrategia que genera estrés, insatisfacción y una pérdida de tiempo.
Razonemos esto.
1) Mientras deliberas indefinidamente, puedes perder algunas oportunidades.
Y, una vez que las pierdes, queda menos donde elegir.
2) Pocas veces puedes estar seguro de que lo que has elegido es “lo ideal”.
Con la deliberación, puedes eliminar muchas malas opciones y quedarte con las buenas. De entre éstas, escoges una. ¿Cómo puedes saber que es la mejor entre las mejores? Y, ¿para qué presionarte con elegir lo perfecto?
Unos zapatos, tu nuevo teléfono, lo que vas a hacer el fin de semana… Seguramente has tomado una buena decisión. Si bordea lo óptimo, ¿qué importancia tiene que no sea perfecta?
En las decisiones importantes, muchas veces tampoco estás seguro al 100 % de que lo elegido es lo ideal, lo perfectísimo.
Una relación de pareja, por ejemplo. ¿Cómo sabes si esa opción es la mejor de todas?
¿Sabes acaso cómo te hubiera ido de elegir a otra buena persona? Ni falta que hace. Si eres feliz con quien elegiste, ¿qué importa?
3) Unas decisiones merecen más esmero que otras.
Se entiende que, si vas a elegir pareja o trabajo, te esmeres por apuntar a lo que más se acerque a lo óptimo. Eso, aunque nunca llegues a estar totalmente seguro de que es la opción “perfecta” y, como a todos, te toque aprender a convivir con esta realidad.
Pero, en la cantidad de pequeñas decisiones que realizas a diario no necesitas deliberar tantísimo. Si una opción parece buena, adelante con ella. Perderás menos tiempo y te estresarás menos. Porque, después de tomar ésa, te espera otra decisión… y otra… y otra más.
Es una idea.