Llega el día en el que te miras al espejo y, buscando una solución para el problema que sea, te preguntas: ¿Qué hago ahora?
Lo sabes. Tienes una idea más vaga o más clara de qué hacer. No en vano, nadie te conoce mejor que tú. ¡Y no haces caso de tu propio consejo! ¿Porqué?
¿Por qué no sigues tus propios consejos?
Podemos apuntar algunas razones:
1) Te hartas darle vueltas a la cabeza y prefieres aceptar el consejo de otro.
Que alguien te diga lo que es mejor y lo que tienes que hacer es mucho más fácil que pensar por ti mismo.
Sí, pero abusar de esto, a la larga, te convierte en un pelele (con un bulto encima del cuello al que llama «cabeza»).
2) Necesitas reafirmar tus posiciones.
A veces hablas con otro solo para confirmar tu punto de vista (y quién no). Escuchar el mismo consejo en boca de otra persona es estupendo para disipar dudas.
Incluso puede ser mejor cuando ese alguien piense justo lo contrario, para que tú te esfuerces en argumentar tu opinión.
Más tarde, es frecuente que la otra persona te diga: «Si ya tienes claro lo que vas a hacer, ¿para qué me preguntas?» (¿O no te ha pasado esto?) 😀
Y, por último, la peor de todas…
3) Es más fácil dar un consejo que llevar a cabo la acción que supone.
Sí, sabes lo que es mejor.
Estás seguro de que es bueno para ti hacer ejercicio, comer sano, dejar de fumar, ver menos televisión, mandar a paseo a un familiar chupóptero… o el consejo que sea.
Ahora queda tomárselo en serio: determinación y/o constancia. No necesitas más.
En serio. Escúchate y sigue tu propio consejo.
¿Cómo? ¿Por qué seguir tu consejo?
Te conoces bien a ti mismo. O, si no tan bien, mejor de lo que puedan conocerte quienes te rodean. ¿No es ésa una buena razón para escuchar tus propios consejos?
De acuerdo. No lo sabes todo. Tienes dudas. Como todos, necesitas pedir ayuda a otros y que te den indicaciones para resolver un problema, cuando estás totalmente perdido.
Todos nos necesitamos. Nos apoyamos, aprendemos unos de otros, nos inspiramos mutuamente. Es maravilloso que así sea.
Eso no quita que también hay bastantes ocasiones en las puedes prescindir de que otro te diga qué hacer, de que te inspire o de que te dé el visto bueno.
Son esas situaciones en las que sí sabes lo que quieres.
Una opción, una solución, una idea te suena mejor que el resto. ¿A que has vivido momentos así?
Son esas veces en las que no te hace falta que otro confirme tu punto de vista. En el fondo, tú sabes qué hacer. Lo tienes claro.
¿Por qué no te escuchas?
Tú eres quien mejor sabe dónde has estado y hacia dónde te diriges. Sabes lo que es importante para ti; lo que te gusta y lo que no; lo que funciona contigo y lo que no lo hace.
Si esto es así, utiliza todo ese conocimiento que tienes sobre ti mismo.
Puede que, además de tu criterio y experiencia, te haga falta una guía, una opinión o consejo adicional. Pero eso no es lo mismo que partir haciendo oídos sordos a tu propia persona.
Sigue escuchando a los demás, sobre todo a los que saben de lo que hablan. Aprende de ellos todo lo que puedas. Pero no dejes de escucharte a ti mismo, especialmente cuando algo, dentro de ti, te está señalando el camino.
Imagen de Keoni Cabral
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