¿Cuándo fue la última vez que te diste el capricho de comprar ese té que tanto te gusta y disfrutarlo por la tarde? ¿Recuerdas el último detalle que tuviste contigo?
Hay fechas que están asociadas a los regalos: Navidad, San Valentín, tu cumpleaños… y todas ésas. Está bien. Pero, ¿acaso no nos merecemos esos gestos cariñosos todo el año?
Efectivamente, nos merecemos regalos todos los días. Regalar a los demás, que nos regalen y también tener un detalle con nosotros mismos.
Y no. No tiene porqué tratarse de un gran regalo. Ni tan siquiera tiene porqué ser material.
Un regalo puede ser ese mismo té tranquilo de la sobremesa. Puede ser una tarde en la peluquería o salir por la noche a mirar las estrellas.
Da igual si es barato, caro, grande, minúsculo… Es un regalo. Un regalo de ti, por ti y para ti.
No te lo das por compromiso, porque sea un día señalado, por haber logrado una gran gesta o por haber superado un momento particularmente difícil. Te lo das porque te lo mereces.
Te cuento que hace poco me regalé a mí misma unas zapatillas de deporte (caras, para mi presupuesto). Las que tenía estaban rotas, ésas me gustaron mucho y no me había comprado casi nada de ropa en todo un año. Aun así, sentí remordimientos. ¿Tú te crees?
Si las zapatillas hubieran sido para mi hermana, las habría comprado sin sentir el menor ápice de culpa.
He aprendido a tener detalles no materiales conmigo. Sé que me los merezco. Pero todavía me queda bastante que progresar a la hora de comprar algo para mí misma. Porque, ¿acaso no me merecía unas buenas zapatillas?
No sé si te haya pasado algo similar. Lo que sé es que tenemos en común lo esencial: Nos merecemos esos regalos, en forma de zapatillas o de minutos de libertad leyendo en el parque.
¿Qué vas a regalarte tú de manera inminente? ¿Será una siesta con el teléfono desconectado? ¿Será un suavizante de una buena marca?
Sea lo que sea, ten presente que es por ti, para ti… ¡y disfrútalo! Porque, definitivamente, te lo mereces.
Imagen de Creativity+ Timothy K Hamilton