Mira que pones esmero realizando tu buena obra. No lo haces para obtener recompensa alguna. Tampoco esperas que la persona a quien va dirigida te dé las gracias. Pero qué desmotivador es que no lo haga, ¿verdad?
Con lo poquito que cuesta decir: “Gracias”… Y no pronuncia nada relacionado.
Esperas un poco más… y nada. Si acaso, escuchas un inexpresivo: “¡Ah!”, y pare usted de contar.
Quizás llegues a pensar que para qué te tomaste la molestia, si lo que hiciste no fue valorado.

Espera. Antes de centrifugar lo ocurrido en el pesimismo, ten en cuenta estas tres cosas:
1. Hay personas que no son buenas mostrando gratitud.
Están esas que creen que la Tierra gira alrededor de ellas y que se lo merecen todo, sí. Pero también hay otras que son inexpresivas, simplemente.
La persona a quien dirigiste tu buena obra podría ser del segundo grupo, ¿no?
2. Cada uno da las gracias a su manera.
Lo mismo tú esperas que una persona te diga: “Gracias”, pero él/ella opta por sonreírte y dejarte mañana una nota en el escritorio. O quién sabe qué hará…
El caso es que tú esperas una respuesta y la que tienes, es otra.
3. Lo bien hecho está bien hecho.
Sí, así te den las gracias o no lo hagan.
Qué hay más motivador que ser capaz de hacer una buena obra y llevarla a la práctica. La ganancia está ahí, en tu propia acción. Que otros la aprecien es un “extra”.
(Relacionado: Haz bien y no mires a quién)
Que por ti, no quede
Tú, sí. Hazle saber a quien corresponda que te alegra lo bueno que te ha aportado. Porque es lo oportuno.
Además, porque ese es un gesto generoso, que hará que esa persona se sienta mejor. Y, por descontado, también hará que tú te sientas bien.
Moraleja del asunto: Cuando no te den las gracias, sé tú el primero en apreciar tus acciones, en hacer honor a tus valores y en celebrar el bien que has hecho.
No esperes a que otros le den el visto bueno o salten de la felicidad. Si lo hacen, genial. Si no, alégrate igualmente. Tu propio reconocimiento te lo mereces… y nadie te lo quita.
Son sugerencias. Espero que te sirvan.