A día de hoy quizás te sientas estresado y estés buscando un poco de tranquilidad para enfrentar con éxito la marea de problemas y preocupaciones diversas que te rodean.
¿Qué pensarías si yo te dijera que, a lo largo de tu vida, has aprendido bastante sobre cómo manejar el estrés y que te sentirías mejor si aplicases a tu situación todo eso que ya sabes?
Obviamente, no conozco tu historia. Pero puedo imaginar que lo que hoy te estresa quizás tenga poco que ver con lo que te estresaba cuando eras pequeño.
Cuando eras niño, todo parecía más grande. También los problemas.
Yo misma me angustiaba en la escuela por no terminar una tarea, por haber perdido el compás o por mancharme el uniforme. Les temía horrores a las broncas y los castigos de mis mayores.
¿Eran situaciones estresantes? Por supuesto. Para esa edad lo son. Porque, de niños, todavía no sopesamos con soltura la verdadera importancia de los problemas y nos faltan recursos para afrontarlos.
Hasta en una infancia relativamente apacible (como fue la mía) hay fuentes de estrés.
A medida que vamos afrontando esas situaciones, adquirimos experiencia. Una experiencia que no sólo es aplicable a dichas situaciones, sino que se extiende al modo en el que manejamos otras parecidas.
Lo más importante, lo primero
Ni a ti ni a mí nos asusta ya perder el compás o una inoportuna mancha en la ropa. (Espero que no.) No merecen estar ocupando espacio en nuestra lista de preocupaciones.
¿Te das cuenta? Para manejar las situaciones estresantes hemos aprendido a jerarquizar los problemas según su importancia.
Quizás no lo hagamos siempre, pero sí sabemos cómo hacerlo.
Sabemos qué problemas tienen un mayor peso, cuáles son los que merecen más atención en este momento.
Además, cuando una situación nos desborda, conocemos las preguntas más útiles para enfrentarla:
- ¿Cuál es la raíz del problema?
- ¿Qué es lo peor que puede pasar si hago esto o lo otro…?
- ¿Me importará esta situación cuando pasen 5 ó 10 años?
Y otras más, que no nos hacíamos hace tiempo.
En resumen, tú ya sabes de qué vale la pena ocuparse, cómo y en qué orden. Que necesites sentarte con calma a ordenar tus ideas es otra historia.
Y eso no es nada. Yo, que ya empiezo a sumar mis añitos, puedo asegurarte que, con algunas de tus preocupaciones de hoy, pasará algo parecido a lo que pasó con mis manchas en el uniforme: Quedarán atrás.
En el futuro sabrás mucho más y quizás mires atrás preguntándote: ¿Cómo me preocupaba yo antes por esas cosas?
Comentarios
2 respuestas a «Aplica lo que has aprendido sobre tus problemas»
Algunas de las preocupaciones que tenemos son nimiedades, pero bien por la edad, porque somos perfeccionistas, pensamos que estamos gafados o simplemente no nos apetece sufrir nos da la impresión de que dichas preocupaciones son enormes. También es cuestión de cómo te tomes tus disputas contigo mismo, de si sabes enfocarte a encontrar la solución antes que dar vueltas incesantemente a la cabeza. Esto no hace más que provocar que perdamos tiempo en tonterías. Sí es cierto que hay cosas que preocupan más que otras, pero sobrellevarlas de un modo u otro es solo algo dependiente de nosotros mismos.
¡Saludos!
Coincido contigo, Alberto. A eso también se aprende, aunque siempre quedará quien se sienta bien preocupándose. Raro, pero sí. 😆
Saludos!! 🙂