Cambiar un hábito y luego los demás

Buena parte de nuestro bienestar diario depende de los hábitos que hemos adquirido.

Todos tenemos hábitos mejores y peores, y en algún momento de nuestra vida también hemos decidido voluntariamente adquirir un hábito que mejore nuestra calidad de vida. Uno o incluso varios de golpe…

Adquirir un buen hábito supone en muchas ocasiones deshacernos de un mal hábito.

Ejemplos:

  • Adquirir la costumbre de madrugar, suele suponer eliminar la costumbre de acostarnos muy tarde;
  • acostumbrarse a una dieta saludable y equilibrada, supone evitar alimentos poco nutritivos y perjudiciales;
  • acostumbrarse al ejercicio diario, puede suponer que rompamos con nuestra costumbre de ver la televisión a determinada hora…
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Lo primero que hay que hacer a la hora de cambiar de hábitos es alimentarse de motivación.

Necesitamos razones para cambiar, muy buenas razones, que vengan de un convencimiento interno. No sirven las recomendaciones o imposiciones de los demás.

Y, una vez que tengamos esa fuerza, disponernos a cambiar un hábito por otro. NUNCA es recomendable centrarse en más de uno a la vez.

La adquisición de un hábito suele suponer de media un esfuerzo de semanas o meses, incluso, dependiendo del hábito que se trate.

Después de ese tiempo, una vez consolidado el hábito, estaremos listos para nuevos cambios. Y, además, con la energía que da el haber sido capaces de lograr ese primer objetivo.

Cambiar varias cosas a la vez aumenta las probabilidades de fracasar en todas. Por eso es buena idea realizar los cambios de uno en uno.

Hay que tener en cuenta que no sólo se trata de acostumbrarse a algo nuevo sino que, en muchos casos, supone privarse de algo que hacíamos antes… Y ambas cosas cuestan trabajo.

Todos podemos cambiar para estar mejor. Podemos hacerlo, pero la forma de que salga bien es priorizando y yendo paso a paso, logro a logro.

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