¿El camino fácil es el mejor?

El camino fácil no siempre es la mejor opción. A veces, sí. ¿Para qué vas a elegir el camino difícil, si con el fácil llegas al mismo sitio?

Pero, atento. Hay veces en las que el camino fácil desemboca en uno muy difícil. Y es bueno que lo tengamos en cuenta a la hora de elegir.

Veamos ejemplos.

(1) Quiero perder peso.

El camino fácil son unas píldoras que anuncian en la tele y que disuelven la grasa como el mejor detergente. El difícil es aprender a comer con cabeza y adoptar el hábito de moverme más.

¿Qué camino de los dos parece que llegará a mejor destino? Las píldoras, por ahora, son un sacacuartos muy peligroso para la salud.

decidir

(2) Estoy interesada en comprar un montón de cosas.

Tengo la tarjeta en la mano. El camino fácil es usarla y comprar lo que me apetece. El difícil es comprar sólo una cosita y contenerme de gastar más.

Si sigo por el camino fácil mes tras mes, ¿dónde crees que me conducirá? ¡A la ruina, fijo! No tardaré mucho en comprobarlo.

(3) Tengo un proyecto con perspectivas de prosperar.

El camino fácil es soñar con el éxito, hacer lo justito y criticar lo mal que lo están haciendo otros. El difícil es arremangarme, comprometerme con el proyecto y esforzarme día a día para avanzar con él.

¿Cuál de esos caminos me llevará más lejos, el fácil o el difícil? Es muy probable que, si elijo el camino fácil, termine dándome un buen batacazo.

 

Como ves (y también te consta por tu experiencia), el camino fácil puede llevarte a un futuro difícil. Y viceversa: el camino difícil puede hacerte el futuro un poco más fácil.

Por eso, a la hora de decidir es importante pensar en ello: ¿El camino fácil es el mejor? Si lo es, adelante.

Pero medítalo bien primero. Estudia las opciones.

Elabora tu estrategia basándote en lo que va a ser mejor para ti; no en que una cosa sea más fácil que la otra. Porque, ya ves, lo fácil puede volverse terriblemente difícil.

Imagen de Sky Noir


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