¿Qué te sugiere esta frase de Nietzsche? A mí lo primero que me viene a la mente al leerla es esa enseñanza del maestro Bruce Lee, que nos aconsejaba que fuéramos agua y que fluyéramos.
Creo que la relación es bastante profunda, ¿no te parece?
Porque sí, una cosa es cierta: no puedes mantener a lo largo de tu vida unas mismas convicciones. El mundo cambia continuamente. Puedes elegir entre cambiar con él o estancarte.
Siguiendo con la metáfora del agua, estancarte sólo te servirá para que acudan a ti las liendres a depositar sus huevos y para que se formen líquenes en ti. El mundo gira, avanza, y tú debes seguir su ritmo, aunque a veces sea difícil.
Muchos asocian las convicciones a la fuerza y al poder. Pero, si tus convicciones chocan frontalmente con el mundo que te rodea, difícilmente serás fuerte y poderoso.
Entonces, ¿por qué temes fluir? ¿Por qué empeñarte en vivir en prisiones que tú mismo creas mediante unas convicciones que, quizás, no sean las acertadas?
Reflexiona un momento: Puede que la próxima vez que la vida te ponga en la tesitura de elegir entre tu convicción y la realidad, la elección correcta sea la realidad y no tu convicción.
La realidad es la que es. No se presta a engaños. Sin embargo, tus convicciones pueden ser producto de un engaño del que tú mismo te hayas querido convencer.
Lo sencillo es aceptar una idea como la única verdad, inamovible, inalterable. El verdadero reto es contrastar esa idea con la realidad y desterrarla si no se ajusta a ésta, ¿no crees?
Hacerlo, demuestra en ti mucho más poder que lo contrario.
Apuesto a que has perdido más cosas de las que has ganado. Y es natural, porque el ser humano está pensado para caminar por la Tierra, no para quedarse quieto.
Está pensado para fluir, no para estancarse. Está pensado para ser agua, no para vivir encerrado.
Dime, ¿qué hay de ti? ¿Vives en tu propia prisión o fluyes como el agua fresca?
Esta entrada es una contribución de A.G., autor invitado.
Imagen de paul bica