¿Por qué no admitirlo? Un día te levantas llegando a la conclusión de que tu vida es un desastre, como un puzzle de miles de piezas que se ha deshecho por completo.
Amistades que no están. Relaciones amorosas desmoronadas. El trabajo, una esclavitud (si es que tienes la suerte de tener trabajo).
El dinero no alcanza. El estrés te consume. Te duele hasta el último hueso del cuerpo. Tienes una avería en el baño y no hay ni un sólo fontanero disponible. TODO VA MAL.
No sabes en qué momento comenzó el mundo a desmoronarse; si fue cuestión de malas decisiones o de simple mala suerte.
La vida parece que eligió por su cuenta un rumbo muy alejado del que tú querías que tomase. Y, ahora, que tienes conciencia de ello, no sabes por dónde empezar a arreglar este despropósito.
Ni pensamiento positivo, ni gaitas. Ni respirar tranquilamente o echarle un poco de sentido del humor. No tienes fuerzas, ni ganas.
¿Te suena esta situación? Probablemente, sí.
Porque, independientemente de cuáles sean tus problemas y sin ánimo de restarles importancia, la mayoría de nosotros nos hemos sentido así alguna vez.
Así de tristes, de perdidos y de vapuleados por las circunstancias. Incluso las personas más optimistas conocen estas sensaciones.
Muchos hemos tenido ese puzzle de chorrocientas piezas desarmado sobre la mesa, sin tener la seguridad de que esas piezas fueran las correctas y, menos aún, con ánimos de empezar a unirlas.
No eres el primero ni el último que piensa: «Mi vida es un desastre. Todo va mal.»
Pero, ¿cómo se sale de ahí?
Admite que es temporal
Lo que sientes ahora es temporal. Si experimentas un enorme dolor o angustia, quizás lleve más tiempo que se desvanezcan o se atenúen esos sentimientos. Pero lo harán.
Cambiarán las circunstancias y/o tus sentimientos hacia ellas.
Podrás enfrentarte a ese puzzle incomprensible. Quizás, mañana. Quizás, más tarde. Pero podrás.
Ten calma
Rearmar un puzzle así demanda paciencia.
Primero, tienes que agrupar las piezas adecuadamente, quizás sin mezclar las que son de colores muy distintos. Fijándote bien.
Prestando atención, para que luego tengas menos problemas a la hora de combinarlas hasta encontrar las correctas.
Lo mismo pasa con los problemas.
Tras tomar algo de distancia, has de separar los problemas de ayer de los problemas de hoy. Los problemas de otros, de los tuyos. Los del trabajo, de los de las relaciones.
No puedes pretender poner todas las piezas juntas y hacer que encajen, aunque sea a martillazos.
Calma, paciencia, tiempo…
Y, una vez que tienes las piezas más o menos identificadas respecto al dibujo de TU CAJA, comienzas a unirlas despacio.
Poco a poco, el puzzle va armándose. Vas decidiendo qué piezas colocar y dónde, una por una. Despacio.
Tampoco está de más que busques inspiración y ayuda, porque estamos para ayudarnos. Pero, eso sí, es tu puzzle y sólo tú puedes armarlo.
Y empezarás a hacerlo, por difícil y duro que sea. ¡Eh! Que no es el primero que armas… 😉
Imagen de Patrick Hoesly