El optimismo se demuestra especialmente en esos problemas y situaciones desagradables que todos vivimos. Es la actitud de quien elige afrontar la realidad; aceptarla como es y buscar el modo de salir adelante.
¿Con una sonrisa? La sonrisa ayuda a quitarle hierro a cualquier problema. Pero los optimistas no están (o estamos) obligados a lucir una sonrisa impecable todo el tiempo.
Los optimistas también sufren, lloran y pasan días oscuros. ¿Quién dice lo contrario?
La sonrisa puede nublarse. Las fuerzas pueden fallar en algún momento. Sin embargo, la decisión de emerger permanece. O ésa es la idea.
Por tanto, si te decantas por una actitud positiva, olvídate de ponerte unas gafas de color rosa y de pasar olímpicamente de los problemas.
Más bien, toca hacer lo contrario: aceptarlos y, con ellos, aceptar también la responsabilidad de sacarte a ti mismo adelante.
No, no tienes que hacerlo solo. Las personas que te rodean son un gran apoyo. Pero quien decide cómo, cuándo, porqué… y todo lo demás eres tú.
Tú ante el problema
Desde el primer momento, tomas la decisión de ver el problema que sea como una carga que te aplasta y te asfixia. O bien de verlo como una situación a resolver.
Puedes instalarte en la impotencia y en la indefensión. O, poco a poco, contemplarlo como un puzle de ésos que no se arman en cinco minutos.
La segunda elección es la de los optimistas: Revisas las piezas que tienes para armar el puzle; las vas organizando; las vas encajando; esperas un poco, si te faltan algunas…
Vas probando, hasta que das con la solución del problema. Porque todo problema tiene una o varias soluciones.
Si no, no es un problema. Sobra decirlo. 😀
Tú y tu inventario de recursos
Quizás tus problemas sean parecidos a los de otras personas. Pero tu inventario de recursos para hacerles frente es único.
De un lado, están todas esas características o cualidades personales en las que puedes apoyarte: tu inteligencia, tu paciencia, tu generosidad… o las que sean. ¿Las conoces todas?
De otro, están todas esas oportunidades u opciones que están a tu alcance para resolver la situación. Un poco más arriba, las hemos llamado “piezas”. Partes con unas cuantas y, por el camino, vas hallando las que te faltan.
En eso estás: En la búsqueda de opciones, de piezas, de soluciones.
¿Y si te fallan las fuerzas? ¿Y si te asaltan las dudas?
Tú en los momentos más oscuros
Sí, sí. Ya sabes que la preocupación te procura una falsa sensación de seguridad y que sirve de poco. Pero, a ratos, te preocupas, te deprimes, te sientes asustado… Después de todo, eres humano.
¿Y qué, si dudas o lloras? Eso no significa que hayas bajado los brazos definitivamente.
Es más, estos momentos sombríos puedes aprovecharlos para reflexionar sobre lo que estás aprendiendo de la situación o para tomarte un descanso, que falta te hará.
Mañana (o cuando tú así lo sientas) retomarás el puzle y, tarde o temprano, lo resolverás… o aprenderás a armar otro puzle con las piezas que tienes.
En tu vida (y la de todos) se sucederán experiencias plácidas y otras complicadas. En las segundas es donde más resalta el optimista: Es ése (o ésa) que, pese a todo, decide no rendirse.
Imagen de mgjefferies y Hermes from mars (Own work) [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons