Las presiones se suceden de un lado y de otro. Es fácil dejarse arrastrar por la corriente, por lo que todos los demás esperan de ti.
¿De dónde sacas el valor para tomar tus propias decisiones? ¿Por dónde empiezas?
Quizás quieras empezar por estas otras preguntas: ¿Para qué haces lo que haces? ¿A quién quieres darle gusto?
¿Dejas que sean los demás quienes tomen las decisiones importantes que afectan a tu vida?
Las demandas del entorno y tu propia indecisión te han marcado un camino, que no es el que tú verdaderamente quieres recorrer.
Eres adulto. Lo suficientemente grandecito como para decidir qué es lo que quieres hacer con tu vida y ponerte manos a la obra.

Comienza por UNA decisión.
Al fin llega el día en el que te comprometes con lo que quieres, en el que asumes tu responsabilidad. Ese día tomas una primera decisión… ¡y actúas!
Es la primera, la más difícil. Pero, cuando la llevas a la práctica, la confianza perdida comienza a crecer. Cada nueva decisión que tomas y que ejecutas te va haciendo más fuerte.
Acertarás o te equivocarás. Pero eres tú quien está dirigiendo tu vida. No le dejes esa tarea a otros. En tu vida mandas tú.
Aquí no se trata de atropellar a quien se ponga en frente o de tirar por tierra tus responsabilidades con los demás. No los vas a mandar a todos al quinto infierno.
Vas reclamar tu derecho a decidir.
Vas a planear cómo quieres que sea tu vida, en lugar de sentarte a mirar o a esperar que te digan qué es lo que tienes que hacer. Y vas recorrer ese camino. ¡El que tú quieres! De eso se trata.
Y, no. No es una orden. 😀 Es una invitación de parte de una persona que también se ha propuesto tomar las decisiones importantes por sí misma y actuar en consecuencia.
También te digo que no será fácil ni cómodo.
Asume que algunas de tus decisiones no van a gustar a los demás.
No va a ser necesariamente por rebeldía. No será por fastidiar o dañar. Pero será inevitable que, en el ejercicio de tu libertad, tomes algunas decisiones que no gusten a otros.
En algún momento, perderás el miedo a que te vean como “el raro”; perderás el miedo a no gustar, a que se sientan decepcionados, a que no te quieran.
Algún día, dirás: “No, no quiero prestarte el coche.” Y, después de la incomodidad de momento, te alegrarás de haber sido fiel a ti mismo y a tus normas.
Algún día, estarás escuchando una canción que te encanta y la disfrutarás, pese a que el que pase por allí te diga que te falta gusto musical. ¡Pasarás de su comentario!

Sí, eso va a pasar.
Algún día, respetuosa y amablemente, declinarás la invitación de ir de vacaciones en grupo a tal sitio, porque a ti te apetece más ir a tal otro.
Otro día, te negarás a seguir una moda que no va contigo. Te atreverás a no teñirte el pelo de verde cuando todos tus amigos lo hayan hecho.
Tomarás pequeñas (o grandes) decisiones que te separen del grupo o de las expectativas de las personas que tienes cerca. Con cada una de ellas, serás fiel a tus principios, a tus prioridades, a tus gustos, a ti mismo.
Te equivocarás unas cuantas veces. Recibirás críticas, independientemente del resultado. Y, aun así, seguirás eligiendo el camino que deseas seguir.
Con el tiempo verás que, cuando eres fiel a ti mismo, la gente que se queda contigo es la que te respeta y te quiere como eres, empezando por ti mismo.
El miedo a no complacer a otros quedará cada vez más lejos. Su lugar será ocupado por la fortaleza, la sabiduría y la responsabilidad que implican decidir cómo quieres vivir cada día de tu vida.
Esa libertad se construye a diario.
Si una de tus decisiones de hoy intuyes que no va a ser del gusto de otro, ¿qué vas a hacer?
Hoy puede ser ese día en el que saltes sobre el miedo y superes una situación incómoda siendo tú mismo. Si lo haces, verás qué bien te sienta. 😉
Es tu día. Es tu vida. Haz tu propio camino.
Imagen de h.koppdelaney