Cuando emprendes el camino hacia una meta a la que no se llega en un día ni en dos, surgen situaciones que ponen a prueba tu carácter. No te rindas.
Esos momentos son los indicados para demostrar de qué pasta estás hecho. ¿A otros? No, a ti mismo.
No te rindas
A la mayoría no les importa tu fracaso o tu éxito tanto como a ti. Si se enteran de que abandonaste o de que seguiste adelante, la noticia les durará poco. Pero tú sabrás lo que hiciste toda tu vida.
Sabrás que diste la cara al desafío y que no aceptaste la derrota a primeras de cambio. Sabrás que persististe y que venciste sobre todas las excusas, cuando lo más cómodo hubiera sido rendirse.
La diferencia entre ganar y perder no siempre está en lo fácil que estuvo el recorrido para quien ganó, sino en cómo encaró la adversidad cuando esta le sorprendió por el camino.
Sobran excusas para abandonar
Hay personas que se toman la adversidad como una derrota. Se ven ante ella y tiran la toalla. ¿Las razones? De todo te encuentras:
- El miedo al fracaso. ¿Para qué voy a seguir, con las pocas posibilidades que tengo?
- La falta de confianza. No voy a poder. No soy capaz.
- El optimismo iluso. No me esperaba que esto fuese a complicarse tanto. ¡Bah! Lo dejo.
- El pesimismo absurdo. Haga lo que haga, volverá a salirme mal.
- El miedo al éxito. Si salgo de esto, después vendrá otra prueba más dura. Qué complicado.
- La falta de agallas, como resumen de todas las anteriores.
Algunos cronifican sus excusas para evitar el riesgo y el esfuerzo. Abandonar puede convertirse en una rutina que se repita una y otra vez.
Tú, aunque hayas caído otras veces ante las excusas, no tienes porqué volver a hacerlo. Rompe con esa rutina.
Esta vez puedes mirar al desafío a los ojos y avisarle de que no te rendirás. Hoy, no.
¿Estás listo para el desafío?
Este no es el primer miedo que vences. No es la primera prueba difícil a la que te enfrentas. Pero tu cuerpo reacciona como si lo fuera.
¿Te ocurre? ¿Sientes la presión? ¿Sientes cómo las emociones te empujan para que huyas?
Pues ahí, en ese momento difícil, es cuando te toca sacar el carácter, mostrar determinación y prometerte a ti mismo que continuarás adelante, pase lo que pase.
- No permitas que otros te digan lo que puedes o no puedes hacer. Y menos si son de los que se rinden fácilmente.
- No sucumbas ante estadísticas agoreras. ¿Los datos están en tu contra? ¿Las posibilidades u oportunidades escasean? ¿Y qué? Tú solo necesitas una, no toda la parte disponible.
- No dejes que el miedo decida por ti. O será quien te quite la oportunidad de las manos.
Cree en ti
Eso sí, ni con una fe de hierro en ti mismo pienses que lo que te espera va a ser fácil. No lo será.
Existe el modo de hacer los momentos críticos más manejables. Pero, aun así, exigirán que des el ancho. Y, sí, puedes darlo. Puedes hacer más de lo que piensas, cuando eliminas todas las excusas.
¿Qué es lo siguiente?
- Trazar un plan realista. O, al menos, tener una visión de lo que necesitas hacer.
- Dividir el gran reto en pequeños objetivos en los que enfocarte cada día. Los objetivos ambiciosos se conquistan así: día a día, una pequeña victoria tras otra.
- Celebrar cada avance por minúsculo que sea. Asegúrate de que lo haces, sin gastar tus energías en quejas, excusas, preocupaciones y otras mandangas improductivas.
- Pensar en esos avances, más que en si conseguirás o no tu propósito. Céntrate hacer tu parte cada día. Porque, aunque no mires a la meta directamente, a cada paso estás más cerca de ella.
Llegó la hora
Esta es la parte más difícil. Respira hondo. Si aún escuchas los susurros de esa parte de ti que le teme al esfuerzo o al fracaso y que te tienta con rendirte, responde: ¡No, hoy no!
En lugar de prestarle más oído, inspírate observando a personas que siguieron adelante dando muestras de su determinación. Personas que llevaron a término sus objetivos.
Muy probablemente, ellos también sintieron la tentación de tirar la toalla en momentos muy complicados. Y no lo hicieron.
Hoy te toca a ti demostrar de qué estás hecho. Haz lo que necesites hacer para seguir adelante. Saca a la luz tu valentía, tu fuerza interior, tu determinación.
Vence el pequeño primer reto que se presente a continuación y ahí verás la prueba de tienes lo que hay que tener para triunfar.
¡No te rindas!