Cuando dar es un hábito o una norma no escrita, ¿qué tiene de generosidad? ¿Qué sientes tú cuando das algo “por compromiso”?
Das tu tiempo, tu dinero, tu esfuerzo. Pero no lo das porque te nace del corazón, sino porque es la costumbre, porque alguien espera que lo hagas, porque es… ¿una obligación?
No es reflejo del amor, ni de la gratitud. No está relacionado con tus sentimientos (si acaso, con el resentimiento que probablemente surja al estar obligado a hacer algo que no te apetece).
¿Qué sentido tiene dar, entonces? ¿Quedar bien con los demás?
Dar por compromiso
Te pongo el ejemplo que me ha inspirado la entrada: Las fiestas de mi barrio.
Hay un día del año en el que los vecinos ofrecen platos hechos en casa, compran bandejas de pasteles o donan cualquier otra cosa (comestible) para hacer una rifa por la noche. La gente se pone ciega de comer y beber en honor a la Virgen. (En fin, ése no es el punto.)
Todos los vecinos estamos “invitados” a aportar lo que sea. Durante los años en que mis padres vivieron en esta calle, así lo hicieron.
Mis padres se mudaron y yo me quedé en el barrio. ¿Continué con la tradición? No lo hice… Pero sentí lo que es habitual sentir cuando los que están alrededor esperan que des algo y tú no lo haces.
Te saltas la norma
¿Vergüenza, culpa? Algo así. La presión social tiene lo suyo.
Tenía que elegir entre sentimientos poco agradables. De un lado ésos. Del otro, los de cumplir con lo esperado.
Y no. No me decanté por la rabia que da cocinar todo un día o gastarte el dinero que no tienes comprando una bandeja de pasteles para una rifa a la que no vas a ir. ¿Para qué? ¿Para una fiesta?
Si se tratara de una causa humanitaria, por ejemplo, ahí me tendrían colaborando de corazón. Pero no es el caso.
Resumiendo, quedé fatal. Y cada año que no participo sigo quedando mal.
Supongo que algunos me encuentran antipática por esto o que los decepciono. Pero ellos siguen pasándoselo igual de bien en su rifa y yo estoy superando el mal trago de fallar a sus expectativas. Todos contentos.
O puede que no. Porque, seguramente, algunos vecinos siguen contribuyendo más por compromiso que por ganas. Ellos sabrán.
Experiencias como ésa (la de romper con una tradición aunque te miren mal por ello) abren la puerta para que te plantees tus motivaciones para dar.
En mi caso, quiero dar impulsada por sentimientos positivos; no por obligación o para que me den algo a cambio después.
Me muevo en esa dirección. Eso sí, no es fácil desligarse de los compromisos, pasando de largo ante las críticas y las malas caras.
¿Cómo lo llevas tú?
¿Das siempre que los demás lo esperan, aunque no te apetezca? ¿Te sientes mal cuando haces las cosas por cumplir? ¿O te sientes peor si no cumples?
Imagen de TomConger
Comentarios
4 respuestas a «Dar por compromiso»
Te felicito por tu valentía y honestidad, contigo misma y con los demás, seguro estoy de que más de una de esas personas mientras va cocinando va quejándose y agregándole negatividad y farsa a lo que cocinan.
Gracias, Fonsov. 😀 Sí, de ésas habrá. Aunque yo creo que también hay muchas que disfrutan de la fiesta. Es como una versión culinaria del amigo invisible. Uno cocina o prepara unas viandas y después, en la rifa, quién sabe qué comerá. Un poquito de todo, seguro. 🙂
Si a mí me gustaran las reuniones con mucha gente, mucha comida y mucha música pachanguera, participaría de cabeza. 😆
Excelente artículo! para ponerlo en práctica, lo cierto es que en algunas ocasiones he dado por compromiso, por no quedar mal, pero tu artículo me ha hecho ver lo importante de sentirme bien conmigo misma y no por complacer a los demás. Me gusto que incluyeses el motivo de estas reuniones en tu barrio, otro ejemplo no hubiese sido tan contundente para entender el punto de Dar… Gracias mil!
Gracias a ti, Yrmary. Bueno, ésa situación no es tan difícil de eludir. Hay otras (por ejemplo, compromisos familiares) en las que es más difícil proceder, creo yo. Pero, siempre que se pueda, ésa es la idea: Dar de corazón y no por sentirse obligado. 🙂