He aquí una situación en la que te verás más de una vez: una buena oportunidad llama a la puerta y te sabe mal rechazarla.
Dices que no a un viaje, a una promoción, a un curso interesante o a la invitación tentadora de pasar la tarde de compras.
¿Por qué eres tan tonto? Di que sí a todo lo bueno que te ofrezca la vida.
Eso puede ser lo que estés pensando en tus adentros. Pero de tonto no has tenido un pelo.
Cuando dejas pasar una oportunidad (buena)
A veces nos vemos en el afortunado dilema de elegir entre “lo bueno” y “lo mejor”. Y, en este caso, tú te quedaste con la que consideraste una mejor opción.
Tuviste en cuenta tus límites
Hay límites de dinero, de tiempo, de energía. Por eso no puedes decir que sí a cada buena oportunidad que se cruce en el camino.
Naturalmente, puedes optimizar, quitar y poner, convertirte en un hacha de la productividad y ser muy optimista. Y, aun así, seguirá habiendo límites.
Es la realidad. Puedes invertir tus recursos en hacer un montón de cosas interesantes. Muchas. Aunque no todas ellas.
En tu estrategia para avanzar, tan importante es lo eliges hacer como lo que eliges no hacer.
Si me apuras, es casi más importante lo segundo. Porque, si eres una persona con inquietudes y aspiraciones, la lista de lo que dejas sin hacer será muy larga.
Saldrán muchas oportunidades al paso. Algunas las podrás aprovechar más tarde. Otras, quedarán en el tintero indefinidamente.
Tuviste en cuenta tus prioridades y tus objetivos a largo plazo
Sabes que es muy probable que te lo pases bien en una reunión donde te invitan los colegas. Pero, este día, para ti es más importante pasar el tiempo con tu familia.
Es un ejemplo de oportunidad que dejas ir. Sean cuales sean tus valores y prioridades, siempre estarán ahí para ayudarte a elegir entre lo bueno y lo que, para ti, es mejor.
Algunas de esas prioridades serán también objetivos a largo plazo. Decir que no a la oportunidad de tener algo bueno a corto plazo, será decir que sí a tu objetivo importante.
Puedes decir que no a mis invitaciones para ir a comprar cosas chulas los sábados por la tarde, si eso interfiere con tu objetivo de ahorrar. Ambas opciones pueden parecerte interesantes. Pero, para ti, es prioritaria la de ahorrar.
Es otro ejemplo. Yo no sé qué es lo prioritario para ti, ni cuáles son tus objetivos. Bien decididos están, sean los que sean.
Lo que sí te conviene, en todo caso, es no perder de vista del horizonte. Porque, si te distraes mucho por los alrededores, puedes desviar tu rumbo.
En este caso, no te desviaste. Dejaste ir una buena oportunidad, para cuidar de tus recursos; para decir que sí a tus prioridades y a objetivos más importantes.
¿Todavía te sientes mal por ello?