El dilema: ¿Cuál de las dos opciones es la mejor?

Tienes dos alternativas. Solo dos opciones. Al elegir una de ellas desechas la otra. Haces una listas de pros y contras, pero no tienes claro cuál pesa más.

¿Elijo A o B?

Amigo, estás en un dilema. ¿Cómo afrontarlo sin perder la cabeza?

Qué hacer cuando estás en un dilema

Aquí tienes 5 ideas, que quizás te sirvan para afrontar esas situaciones y salir del atasco.

dilema

1) Observa cuál de las dos opciones es más acorde a tus valores

Como dijimos, los valores personales son una guía de inestimable valor en estos momentos de dudas. Porque son los principios que tú has elegido para gobernar tu vida (tu propia carta magna).

Si te conoces a ti mismo y tienes claro qué es lo más valioso para ti (éxito, fama, belleza, bondad, compasión, honestidad…), la mejor decisión será la que esté más en línea con estos valores.

Quizás no sea la más fácil, ni la más gratificante, pero es con la que te vas a sentir mejor contigo mismo después de haberla tomado.

2) Recaba más información

Cuando tienes que decidir algo importante, no lo haces a tontas y a locas. Seguro que, antes de tener la cabeza como un bombo de darle vueltas, ya has pensado e investigado sobre el tema.

No obstante, puede haberse quedado algún fleco sin analizar. Tienes muchos datos en la cabeza, pero… ¿sabes lo necesario?

Sugerencia: Deja enfriar el tema. Y, cuando estés despejado, pregúntate (con papel y bolígrafo, a poder ser) qué es lo que necesitas saber para poder decidirte por una de las dos opciones.

3) Confía en tu intuición

La lógica no es la única que puede guiarte ante un dilema. ¿Qué te dice tu intuición?

Hay personas que son más intuitivas que otras (o que han desarrollado más su intuición).

Si tú estás entre ésas y tus corazonadas suelen estar acertadas en bastantes ocasiones, toma lo que sientes ahora como otro elemento a considerar en tu decisión.

4) Réstale importancia

Hay asuntos que no son cruciales para tu futuro y por los que no vale la pena desgastarse tanto (ya vendrán los que sí lo son). Por ejemplo: ¿Qué teléfono me compro: éste o aquél?

No te compliques la vida con dilemas de poca monta.

Si el tuyo es un dilema de marca mayor, retiro lo dicho.

5) Considera tu resistencia al cambio

En todos nosotros hay una parte que se acomoda a lo conocido y a la que no le gusta cambiar. Más vale lo malo conocido

¿Sabes qué es lo malo de esto? Que tus dudas a la hora de decidir se multiplican.

Pero no todo son dudas (reales y razonables). Algunas de ellas son simplemente excusas.

Puede que excusas bastante bien argumentadas y convincentes. Aunque en realidad se hallen enmascarando lo que sucede dentro de ti: tienes mucho miedo al cambio.

Distinguir entre dudas y excusas quizás no te quite el temor, pero sí te ayudará a llamar a cada cosa por su nombre; a distinguir lo real de lo imaginario, lo importante de lo que no lo es tanto…

Algo útil en ocasiones como ésta.

 

Por si todo lo anterior no te deja satisfecho, aquí tienes más ideas para simplificar decisiones difíciles.

Ojalá que resuelvas pronto el dilema que tengas y que la buena suerte te acompañe. Nunca está de más.

Imagen de ThomasThomas


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