Quizás mañana ocurra algo maravilloso y tú te sientas, al fin, pletórico de felicidad. Estás aguardando esa magia, ese momento especial que te rescate de la rutina y te haga sentir plenamente vivo.
Quizás, sí. Pero no tienes porqué esperar hasta mañana…
La felicidad no es eso inalcanzable, que está ligado a sucesos extraordinarios. Ni un lujo que nos damos de tanto en tanto. Ni un privilegio que llega… o no llega nunca.
La felicidad no se busca, porque está dentro de ti. Eres tú quien decide si sentirla o dejarla para otro momento que lo merezca más.
Pongámonos en que decides sentirla. Imaginemos que hoy despiertas y prestas atención a esas pequeñas cosas que ocurren por la mañana: Saboreas el silencio y desayunas acompañado del canto de los pájaros.
Lo que era una simpleza, parte de la vulgar rutina, lo transformas en un suceso que te brinda alegría, paz, placer… y todas esas sensaciones que tú asocias a la felicidad.
¿Por qué no? ¿Por qué no te permites disfrutar de todas esas maravillas? ¿Es que acaso están aseguradas de por vida?
No lo están. Cada momento que vives, cada situación, por insignificante que parezca, puede hacer que sientas esa dicha que anhelas, si tú quieres. Ahí está la oportunidad, en tus manos.
Y no… No son tan insignificantes. Llegará el día en el que mires atrás para darte cuenta de que las pequeñas cosas eran, en realidad, muy grandes.
Pero hoy has despertado dispuesto a apreciarlas. Disfrutas la comida. Te elevas con el aroma del café. Sientes el calor de unos ojos que te miran con simpatía… Y nada te puede arrebatar la dicha que sientes cuando te dejas llevar por ese instante.
Tú sonríes y disfrutas de todo cuanto puedes. ¿Mañana? Mañana ya te concentrarás en lo de mañana, ¿no?