Un día de locura

Te levantas dispuesto a cumplir responsablemente con tu misión diaria. Pero, súbitamente, te entran unas ganas locas de romper con la rutina. Les haces caso y te dejas llevar.

Como si te hubieras contagiado de una fiebre primaveral, saltas a la vida y te desmelenas, dejando a un lado una pila de tareas que, obviamente, no van a hacerse solas.

¡Te das a un día loco!

Mientras estás procrastinando flagrantemente, pueden ocurrir dos cosas:

desenfreno

(1) Que comiences a sentir una culpa atroz por todas las responsabilidades que has dejado aparcadas.

(2) Que te dejes llevar y lo disfrutes.

¿Qué pasa? ¿Es que crees que eres el único que ha vivido estos días de locura? Nada de eso. No eres el único.

Alguna vez, muchos de nosotros nos hemos descarriado de lo lindo y nos hemos dado al desenfreno, haciendo cosas poco útiles, quizás totalmente improductivas.

Ahora que te toca a ti, en lugar de sentir culpa, piensa porqué te entró el gusanillo de romper con lo monótono de una manera radical.

¿No será que llevabas mucho tiempo privándote de esos ratos de descanso o diversión? ¿No será que ya sumabas seguidos demasiados días siendo impecablemente responsable?

Quizás por eso te picó el gusanillo: Porque te hacía falta.

Necesitabas respirar y alejarte de tantas complicaciones. Así es que: ¡hazlo! Disfruta de este día de «locura» sin culpa.

Para nada ése es un buen consejo cuando te has comprometido con alguien a realizar una tarea determinada y ésta no puede esperar.

Pero, si no es el caso, dale vacaciones también a la culpa. Relájate a gusto y tómate tiempo para oler las flores, cantar y reír. Lo necesitas para recargar la batería.

Malo es si el gusanillo te pica un día sí y el otro, también. Entonces sí tienes un problema. Pero, ¿que te pique de tanto en tanto? Al contrario. Ya verás como, cuando vuelvas a la faena, eres más productivo.

¡Disfruta de tu día loco!

Imagen de DavidCampbell_