Muchos de nosotros tratamos de aplicar en nuestras relaciones ese sabio consejo, llamado regla de oro:
Trata a los demás como quieres que te traten a ti.
Vamos a suponer:
Respetas a los demás. Les das confianza, amor, lealtad… Lo que sea que sientes que es bueno para ellos, porque esta regla de oro se basa en la empatía.
Tú, que estás poniéndote en su lugar y dando lo mejor de tu persona, ¿acaso no les estás enseñando a los demás que quieres que hagan lo mismo contigo? Por una parte, sí.
Es muy probable que muchas de estas personas se porten igual de bien contigo; que haya reciprocidad. Pero otras no se comportarán del mismo modo.
Tú les darás pan y ellas te devolverán piedras. Les darás tu tiempo, tu dinero, tu paciencia, tu corazón. Y será como si lo hubieses estado vertiendo en un agujero negro. ¿Te ha pasado alguna vez?
Pues, eso. La gente aprende a tratarte «devolviendo» lo que tú das, pero también lo hace observando cómo te tratas ti mismo.
Un ejemplo: Eres una persona abnegada, extremadamente responsable y amable. Cumples con lo que prometes, así te tengas que privar de tu tiempo de descanso.
¿Cómo crees que te tratarán los demás? Simplificando:
- Probablemente, unos te estarán agradecidos y se comportarán contigo de un modo similar.
- Mientras que otros decidirán aprovecharse de ese exceso de amabilidad, porque habrán tomado nota del poco valor que tú le das a tu tiempo de descanso.
Das la mano y se toman el brazo. PERO eso es porque tú no les has dicho que el brazo no lo toquen. Y es mejor que traces las pautas, si no quieres que al brazo le siga el hombro o hasta el esternón.
Para que te respeten, respétate tú primero: Respeta tu cuerpo, tus ideas, tus principios, tus sueños, tus gustos, tus decisiones… Que los demás te vean firme.
Si deseas que los otros sean comprensivos contigo y te tengan paciencia, muestra también esas actitudes contigo.
Si deseas que te amen por cómo eres realmente, ámate tú. ¿O acaso no eres digno de ese mismo amor que tú das a los demás?
En esencia, aplica la regla de oro también a la inversa, tratándote a ti como quieres que te traten las demás personas.
Esto, con dos finalidades: La primera, enseñar a las otras personas qué es lo importante para ti. Y, la segunda, poner límites a los que quieran darte menos tú te mereces o tomarse el brazo, así, porque les sale de la peineta.
Imagen de Jiuck
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