Ser amable es tratar bien a otro (y a uno mismo). Sin duda, una cualidad positiva.
Ser demasiado amable es otra historia. En el intento de complacer a otro, la persona demasiado amable termina haciendo cosas que no quiere, por su deseo de ser aceptada y querida.
Aquí tienes tres situaciones donde se manifiesta este exceso de amabilidad.
1. Dices «Sí» cuando quieres decir «No»
Cada vez que aceptas hacer algo que no quieres hacer, pierdes control sobre tu vida. Podrías negarte, pero te da miedo el rechazo o decepcionar a la persona que te hizo la petición.
Esto hace que te sientas mal contigo mismo y que, si te piden más y más cosas, te sientas abrumado.
Pero, ¿sabes? Tienes derecho a negarte. Tú no vives para complacer a TODO el mundo.
2. Tratas de que tus respuestas se adapten a lo que piensan los demás
Alguien te pregunta qué piensas (qué quieres o qué sientes) y tú le dices exactamente lo que esa persona desea escuchar. Esto es injusto contigo mismo y con quien te pregunta.
Contigo, porque pasas por alto tu individualidad (tus propios pensamientos y sentimientos) y con el otro, porque le niegas la oportunidad de escuchar lo que realmente piensas.
Mientes para que la otra persona se quede contenta, pero el coste es alto.
Tus opiniones, sentimientos y deseos tienen el mismo valor que los de otra persona. No tienes que cambiarlos solo por agradar.
3. Te sientes culpable cuando no estás de acuerdo con otra persona
Dos personas pueden tener puntos de vista diferentes sobre un mismo asunto; intercambiar ideas y argumentos. ¿Por qué tenerle miedo a algo que es tan natural?
Que sí. Que a veces alguien se molesta por ello. Pero esa no es razón para que tú te sientas culpable. Ya se le pasará.
Ten presente que puedes ser bueno, generoso, considerado, atento, como a ti te gusta, pero eso no significa que tengas que decir que sí a todo, ni que pierdas tu esencia y tu libertad.
Rompe con el miedo a decir lo que piensas. ¡Atrévete! Quien bien te quiere, te va a querer igual.
¿A qué te arriesgas con ser demasiado amable?
La amabilidad es una inversión: portarse bien con quienes nos rodean hace más probable que otras personas nos dediquen un trato similar.
Pero no siempre es conveniente ser amable y, menos aun, ser demasiado amable ante determinadas conductas.
Una conducta abusiva por parte de otro NO se responde con amabilidad (aunque a algunos nos hayan enseñado a «poner la otra mejilla»).
Si eres amable (y pones la otra mejilla), le estás dando permiso a esa persona para que se comporte mal contigo. Como dirían los psicólogos: estás reforzando su conducta.
Imagínate que alguien hace un comentario inapropiado sobre ti en público y tú eres el primero en reírle la gracia. ¿No es lo más probable que haga lo mismo si se presenta de nuevo la ocasión?
O, en una relación de pareja. Si él o ella se enfada, por cualquier minucia, y te trata mal, ¿qué harías?
- Portarte como a él/ella le gustaría para que no se vuelva a enfadar.
- Aclarar el tema, dejando claro que nadie tiene derecho a hablarte o tratarte así.
Lo más asertivo y saludable es no responder con amabilidad a los abusos. Entre otras cosas, porque eso no es ser amable, sino pusilánime.
La persona pusilánime tiene miedo al conflicto y por eso lo evita; no porque su relación gane con la amabilidad.
¿Qué hacer entonces?
Hablarlo y parar los pies de aquel que te pierda el respeto. Sin gritar ni llegar a las manos, que no hace falta para nada. Se pueden poner los puntos sobre las íes de manera muy pacífica.
Y, si no dices nada, tampoco sonrías como si no te importara. Para eso está el látigo de la indiferencia. Vuelve la espalda y adiós.
Conclusión: No recompenses a quien no te trata con respeto.
Samantha dice
¡Buenas! Llevo siguiéndote un tiempo y de verdad que todas tus entradas son súper interesantes.
He querido comentar esta porque me he visto muchas veces en esta situación. Yo he intentado hacer lo contrario a reforzar la acción que ha generado el conflicto… pero realmente cuando trabajas con gente que no se toma las cosas realmente en serio aunque digan que sí o que simplemente les es más fácil seguir con sus mentiras y sus falsedades, te sientes frustrado y acabado con esa personal. Total: oportunidades las justas.
TBM - Casandra dice
Hola, Samantha!
Muchas gracias por leer en este rinconcito y por comentar tu experiencia sobre el tema del post. Coincido en que hay que plantarse. El respeto siempre debe prevalecer en las relaciones. Si permitimos que otros nos lo pierdan sin defendernos, también nos lo estamos faltando a nosotros mismos, ¿no es así? Al menos, ésa es la idea…
Un saludoooo!!!
Alba dice
A mí me hizo falta una muy buena amiga que me dijese «Alba de buena que eres, eres tonta. Hazte valer porque si no te hago valer yo». Y me di cuenta de que tenía razón, si tú no te respetas, nadie lo hará.
Está bien ser amable pero siempre dándose a valer :).
Me encantó este post.
Un besazo
TBM - Casandra dice
Muchas gracias, Alba!
Tu perspectiva también ayuda mucho a comprender el tema. Cuando queremos a alguien, no nos gusta que otros le hagan daño. Pues pasa igual cuando uno se quiere a sí mismo…
Besosss!!
ana maria dice
Siempre utilicé laindiferencia, es el peor de los castigos para alguien abusivo, la indiferencia!
TBM - Casandra dice
Siempre que sea posible, la indiferencia es lo mejor. Coincido. 😉
Gracias por comentar, Ana María!