Cuando te propones algo, ahí está la aventura del cambio; un cambio que quieres que se produzca en la dirección adecuada.
Para que tengas éxito en esta aventura, vamos a desgranar unos buenos consejos de la mano, precisamente, del «blog del cambio» (The Change Blog).
Jake O’Callahan los compartió para prevenir algunos errores clásicos que algunos solemos cometer. Comentémoslos.
1. Cambiar deprisa
A no ser que uno se cambie de ropa o algo similar, esto puede ser un desastre.
Cuando hablamos de un cambio a largo plazo, de uno de ésos que afectará a nuestro estilo de vida, lo suyo es empezar por poquito e ir afianzando ese cambio progresivamente.
¿Un ejemplo? El ejercicio físico, pero también puede valer cualquier otro hábito que deseemos adquirir.
2. Ser inflexible
Tener un plan es una buena idea para no salirnos del camino. Pero intentar llevarlo a rajatabla, no lo es tanto. Así como van cambiando las circunstancias, ha de hacerlo el plan.
¡Ah! Y algo más que hemos aprendido: Salirse alguna vez del plan no es razón para desmotivarse. Lo que cuenta es hacerlo bien la mayor parte del tiempo y que nos mantengamos progresando en la dirección correcta.
3. Cambiar varias cosas a la vez
Cuanto más demandante es un cambio, menos se puede compaginar con otro. Por ejemplo: dejar de fumar y adelgazar a la vez.
Seguro que hay alguien que lo consigue, pero es mucho más difícil, porque se requiere el doble de energía. Lo más práctico, por tanto, sería enfocarse en un cambio y después en el siguiente.
No obstante, para cambios más sencillitos y compatibles, ahí estás tú para decidir si te ves fuerte para simultanearlos.
4. Esperar y esperar
Esto es muy frecuente. ¿No te ha pasado que, cuando estás interesado en cambiar algo, lees mucho sobre el tema y demoras la hora de empezar?
Está bien esta fase inicial. Se aprende, se planifica y uno se va haciendo a la idea de lo que le espera. Pero, ¿demorarla más de la cuenta? Ése es otro error.
5. Recompensarte
El autor de esta reflexión nos dice que, en lugar de premiarnos con algo después de terminar lo que sea que nos cueste mucho trabajo, busquemos generar una motivación intrínseca.
Es decir, que veamos la manera de que el cambio en sí sea la recompensa. Y, si las acciones que llevan al cambio nos cuestan trabajo (como hacer ejercicio cada día, por ejemplo) intentemos introducir variedad o algo que nos haga disfrutar de ellas, en lugar de premiarnos con cualquier otra cosa.
¿Por qué? Porque si estás haciendo una tarea que no te gusta, aunque te recompenses por ello, vas a seguir aborreciéndola. Y cada vez más, por repetirla tanto.
Personalmente, a mí me funciona lo de la recompensa (aunque no siempre lo hago).
Si tú quieres ver qué va mejor para el cambio que te has planteado, podrías probar las dos opciones: recompensarte por terminar eso que te cuesta e intentar encontrar la recompensa en el propio cambio. A ver qué te va mejor.
6. Preocuparte por los resultados
Algo que tiene mucha relación con lo del cambio rápido… Está claro. No vamos a aprender alemán en 5 lecciones ni bajaremos 20 kilos en una semana.
Cómo vamos a estar de bajón por no cosechar resultados impresionantes en un período corto de tiempo… Ya vendrán.
Al inicio, más que pendientes de los resultados, podemos disfrutar de esa alegría que da cuando se empieza un cambio que va a valer la pena…
7. Cambiar por inseguridad
Hay toda una industria montada alrededor de esto: hacernos sentir inseguros para que «compremos» un cambio.
El cambio no ha de nacer porque te sientas mal contigo mismo, sino porque quieres mejorar tu calidad de vida, que es distinto.
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Espero que te sirva para la reflexión. A mí, desde luego. He estado un rato pensando en lo propensa que soy cayendo en el error de prorrogar el paso a la acción (el número 4).