La esperanza de conseguir lo que quieres ayuda muchísimo a ponerte en marcha. Pero hay que descartarla como única estrategia.
La esperanza, la fe, las expectativas positivas (o como sea que tú llames a ese anticipo del éxito) juegan un papel importantísimo.
Anda que no hemos hablado de lo que ayuda una actitud positiva a conquistar objetivos… Cuanto más difíciles, más decisiva parece esa actitud esperanzada.
La esperanza es necesaria para empezar, para mantenerse a flote o para volver a subir, si caes. Pero, si quieres conseguir algo que vale la pena para ti, también necesitas un plan.
El universo no va a alinearse a tu favor sólo porque desees una cosa con toda tu alma. La cacareada «ley de la atracción» únicamente funciona cuando eres tú quien diseña un plan para moverte hacia lo que quieres.
Llegas antes moviéndote tú hacia las cosas, que esperando que éstas lleguen hasta ti. Y, para eso has de pensar y planear. No basta con creer.
¿Tienes un objetivo? Aprende acerca del mismo todo lo que puedas. Si puedes, pregunta a personas que han pasado por ese camino. Desglosa tu objetivo en pequeñas metas. Anticipa los inconvenientes que puedas encontrar… Y elabora tu plan de ruta.
Plan al que seguirá otro ingrediente lo mismo de insustituible: Esfuerzo.
Plan y esfuerzo. Supongo que son palabras con tufillo pesimista para quienes prefieren quedarse esperando lo bueno sin dar un sólo paso por conseguirlo.
Como no es nuestro caso, sigamos caminando, trabajando… permitiendo que la esperanza haga su parte al recordarnos que sí. Sí podemos llegar a nuestro destino.