¿Te animas a repasar los mejores recuerdos de tu vida? Así, sin pensarlo demasiado, ¿qué momentos recuerdas con una sonrisa?
Muy probablemente la mayoría estén ligados a experiencias. Hay estudios que sugieren que éstas tienen más que ver con la felicidad que las posesiones materiales.
Yo guardo con mucho cariño ciertos recuerdos, como la primera vez que vi el mar. Esa experiencia no está vinculada a posesiones. Pero sí otras, como la primera vez que compré una guitarra.
¿Comprar nos hace felices?
Hay estudios que dicen que sí. En una entrada anterior (aquí está) apuntamos las razones. Muchas de ellas están relacionadas con la emoción que brinda la compra en ese momento.
Lo mío con la guitarra creo que es distinto. Porque, si bien me subía por las paredes de contenta cuando la tuve en mis manos, nuestra “relación” duró muchos años a partir de ahí. Pensar en ella es acordarme de muchas tardes musicales.
Tú también habrás hecho compras así de acertadas. Te hicieron feliz en su momento y después, también. Porque ese objeto te abría la oportunidad de disfrutar experiencias felices.
¿Recuerdas tu primera bici? ¿Tu primer coche? ¿Recuerdas lo ilusionado que estabas antes de subirte en ellos? ¿En qué pensabas? Seguramente, no en la alegría de pagar la factura, sino en las experiencias que ibas a vivir con ellos.
Hay experiencias felices más allá de las compras
Las compras te brindan una sensación momentánea de felicidad. Por eso hay personas que saltan de una a otra, en cuanto pasa el efecto de la anterior.
Hay experiencias que tienen un efecto más duradero.
Es probable que, tras renovar tu viejo teléfono, estuvieras contento durante unos cuantos días. Pero la alegría de tener un objeto nuevo tiende a desvanecerse pronto.
Recuerda aquella tarde de verano que compartiste con los amigos. Recuerda alguna travesura en la que hayas participado. Recuerda tus vacaciones, tus cumpleaños más felices… o las navidades. ¿Te hicieron regalos en fechas especiales?
Tal vez ni sepas donde estén algunos de los objetos que te rodearon en aquellos días felices. Pero las experiencias permanecen en tus recuerdos. Sonríes al recordar cómo jugaste, cómo reíste, cómo te sentiste querido o arropado en esos momentos.
¡Vaya! Estamos hablando del pasado, como si se hubiera pasado la ocasión de construir experiencias felices… Y nada de eso, amigo. Mientras estemos vivos, podemos seguir llenando el corazón de alegrías como ésas.
Podemos compartir momentos con las personas que son más importantes para nosotros. Podemos disfrutar de nuestras actividades preferidas en solitario. O explorar terrenos nuevos. Es posible que esas alegrías crezcan y duren mucho tiempo.
La propuesta es que pongamos de nuestra parte para disfrutar o para crear ese momento, si no se nos presenta en bandeja. ¿Te apuntas?