Ojalá que logres el éxito en lo que tienes entre manos. Ojalá que el resultado sea excelente y lo puedas celebrar. Pero no te olvides de disfrutar también por el camino.
Si condicionas tu felicidad a lograr tal o cual resultado, estás limitándola. Durará poco, porque la llegada a la meta es más corta que el trecho que recorres hasta llegar ahí. Eso, si es que llegas.
El resultado excelente, muchas veces, no está en tus manos. Pueden ocurrir tantas cosas de aquí a ese momento…
Lo que sí está en tus manos es lo que puedes hacer ahora: tu esfuerzo, tu ilusión, el cariño que le pones a lo que haces, etc.
En el peor de los casos, imagínate que el futuro da un giro inesperado dejándote a las puertas del éxito, sin conseguir eso a lo que dedicaste tu tiempo y otros recursos valiosos.
Si hipotecaste tu felicidad sólo para vivir ese momento, te sentirás desgraciado.
Pero no tienes necesidad de postergar tu felicidad hasta entonces. El éxito es sólo la guinda del pastel. Un pastel que no se hizo solo, por cierto.
La felicidad en el camino: haciendo el pastel
Me gusta el ejemplo del pastel, porque se ve clara la idea.
Suponte que tú y yo nos pasamos varias horas haciendo un pastel a dúo. Nuestra intención es que nos quede delicioso. Pero, ya que estamos acabando la faena, se nos quema en el horno.
Si sólo le damos importancia al resultado, acabaremos con un cabreo de aúpa. ¿Dónde queda el buen rato que hemos pasado haciéndolo? ¿Y lo que hemos aprendido?
Tú me enseñaste truquitos culinarios. Yo colaboré en lo que pude. Bromeamos. Nos reímos. Y, claro, lo ideal hubiera sido que el pastel quedara delicioso para rematar la faena. Cosa que no sucedió.
Eso pasa. Nada nos impide volverlo a intentar poniendo más cuidado con el horno.
Y lo mismo ocurre en todas las tareas y objetivos que nos trazamos en la vida. Pueden salir bien o pueden salir mal. Encontrarles sentido mientras estamos en ellas es más importante.
¿No te parece?