¿Simpatizas con la posibilidad de intentarlo o eres más partidario de lanzarte contundentemente hacia tu objetivo?
Las dos posibilidades tienen pros y contras. Por si te sirven, he aquí algunas cosas buenas del intento.
Intentarlo sirve
Te dejo la versión en vídeo también, por si la prefieres. Duración: 3:03.
Cuando dices: ¡Venga! ¡Voy a intentarlo!, significa que has superado la reticencia inicial y vas a pasar a la acción.
Pero hay personas que no tienen una concepción tan positiva del intento. Son las que dicen:
No lo intentes. ¡HAZLO!
Hay que admitir que llevan bastante razón.
Porque al decir: «Lo intento«, estás dejando una puerta abierta, por si te arrepientes a última hora o para encontrar la excusa perfecta si algo sale mal.
Te quedas con: «Al menos, lo intenté.» Y ahí para la historia.
Es distinto si te comprometes a tal grado de no dejar la puerta abierta. Armas un plan para tu objetivo y lo llevas a término. ¿Qué intentos ni leches? ¡Lo haces!
- No intentas levantarte temprano. ¡Te levantas, por narices!
- No intentas ponerte a estudiar. ¡Te pones a estudiar!
- No intentas salir antes del trabajo. Llega la hora… ¡y sales del trabajo!
Tiene más poderío prescindir de la palabra «intento».
Estamos de acuerdo en eso. Se eliminan todas las excusas.
Entonces, ¿por qué me gustan a mí los intentos? Por tres razones, que te voy a mencionar.
Sí, inténtalo
La primera de ellas es la que comento al inicio: hay objetivos que amedrentan más que otros. Y, para los más duros, la actitud del «lo voy a intentar» sirve para romper el hielo.
La primera aproximación es útil para saber dónde nos estamos metiendo, para eliminar temores y entrar en materia.
No es lo mismo presionarte para hacer algo que te asusta a toda costa, que animarte a intentarlo. Porque, si te presionas demasiado, quizás te asustes tanto que no des el primer paso.
Segunda razón: La mayoría de nuestros planes son meros intentos. Paradójico, ¿no? En mi tierra hay un refrán para esto: «El hombre propone y Dios dispone.»
El «No lo intentes. ¡HAZLO!» funciona cuando lo que vas a hacer depende en su mayor parte de ti. Pero en un buen número de objetivos dificultosos hay un margen que escapa a tu control.
Por mucho esfuerzo, compromiso y planificación que tú aportes, hay factores incontrolables que quizás te den la espalda. Y, si eso ocurre, ¿vas a sentir que has fracasado?
Claro que no. Dirás: «Lo intenté con todas mis fuerzas. Me esforcé al 100% y no resultó.»
¿Y sabes cuál es la tercera razón?
Que, si llegara a suceder eso, subsiste la posibilidad de volverlo a intentar, cosa que no existe si sólo te das una única oportunidad.
Por esas razones, yo soy fan de intentarlo. Si fracaso, lo intento de nuevo con lo que he aprendido. Si vuelvo a fracasar y el objetivo vale la pena… ¡otra vez lo intento!
A cada intento, más sé y más cerca estoy de mi meta.
Vale. Admito que soy un poco testaruda. Pero tú y yo no tenemos porqué pensar lo mismo.
¿Tú eres de los que quitan la red y saltan a conquistar el objetivo sin excusas? ¿O eres de los que te das cierto margen, por si acaso? ¿Depende del objetivo, quizás?
Imagen de M!CHAEL G.